Cuando salí de Cuba

Cuando tenía cinco años, Andy García salió de Cuba hacia el exilio de la mano de sus padres. Por esa época, en el año 1961, el escritor y crítico cinematográfico Guillermo Cabrera Infante comenzaba a tener ciertos problemas con los jefes de la revolución castrista, a la que apoyó durante un tiempo pero de la que terminó renegando definitivamente, hacia 1965, convirtiéndose también en exiliado por el mundo. García y Cabrera Infante soñaron durante 15 años con la realización de La ciudad perdida, película escrita por el segundo que dirigiría y protagonizaría el primero: una declaración de amor a su tierra e inevitable crítica al régimen (de trazo un tanto grueso), que finalmente pudo rodarse, pero cuyo estreno no ha podido disfrutar el escritor, fallecido en febrero de 2005.

La ciudad perdida centra su historia en una familia de clase media alta en cuyo seno habitan distintas sensibilidades acerca de la revolución (Doctor Zhivago anda por ahí, al acecho). García, que trabajó con Francis Ford Coppola en El Padrino III, demuestra haber abierto bien los ojos y aplica (quizá con demasiada reiteración) algunas de las fórmulas del maestro italoamericano, caso de la narración intercalada de dos acciones, un hecho dramático y un espectáculo musical.

Por su parte, Cabrera Infante aporta una innegable altura intelectual a las conversaciones, cargadas de frases para enmarcar: "El patriotismo es el refugio del descaro"; "el carácter de un hombre es su destino"... Sin embargo, en las casi dos horas y media de duración, se echa en falta algo más de atrevimiento político en torno a las motivaciones que llevaron a la revuelta (las clases bajas son invisibles en la película), mientras se abusa de cierta tendencia a la postal melosa y romántica, representada en la historia de amor imposible que encarnan García e Inés Sastre, actriz de sonrisa luminosa e insustancial dramatismo.