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Columna
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Los señores del ladrillo

La deriva neoautoritaria del Consell que preside Francisco Camps es preocupante. La campaña de acoso al fiscal Ricard Cabedo, impulsada por Fernando de Rosa desde la secretaría autonómica de Justicia e Interior, confirmó la voluntad de un gobierno y del partido que le sustenta de excluir a todos aquellos que no acepten acríticamente los diktats que emanan desde la presidencia de la Generalitat o de su entorno. Esta caza de brujas ha tenido su penúltima manifestación -habrá más, nadie lo dude- en las virulentas reacciones a la decisión de los socialistas de interponer un recurso contra el convenio que establece las bases de la operación de Mestalla entre el Ayuntamiento y el Valencia CF.

El Consell, con Francisco Camps al frente, secundado por González Pons y la alcaldesa Rita Barberá desde el puesto de mando, han visto en la iniciativa de los concejales de Valencia un instrumento de desgaste del PSPV y para ello no han dudado en utilizar un lenguaje parafascista -¿cómo calificar si no las acusaciones, por más que metafóricas, de traidor y vendido a un adversario político por discrepar del pensamiento oficial?- o en violentar el Estado de Derecho, hasta el extremo de defender un trato de favor para una entidad privada, en aras a su influencia social o, simplemente, "porque es mi equipo de toda la vida". Argumento cutre en una tertulia de barra de bar y muy poco presentable para un político.

La combinación entre autoritarismo más unas gotas de totalitarismo explica que señores del ladrillo como los Soler, padre e hijo, hayan sido invitados a poner al Valencia CF de felpudo del PP aun a costa de provocar una grave crisis interna en la institución con mayor masa social de toda la Comunidad Valenciana. De no ser por las presiones de la Generalitat y de la alcaldesa de Valencia, malamente se puede explicar que Bautista Soler -un empresario de notable éxito- llegue a insultar a quienes opinan que la operación de Mestalla es un pelotazo calificándolos de "menos listos" o "imbéciles". Mejor hubiera hecho en no hablar de pelotazo porque de sobra es conocido el propietario del copyright. Y porque, además, es verdad. Pelotazos en Mestalla va a haber dos, el que se pretende obtener del posible exceso de edificabilidad y el del nuevo campo. El de Porxinos (sin comentarios. A confesión de parte no son necesarias pruebas) y, por último, el de Paterna. Cuatro en total. Y ojo al de Paterna. 200.000 metros cuadrados que podrían haberse negociado ya con algún centro comercial. Aunque, claro, para eso es necesaria la recalificación de los terrenos, una decisión que depende de un Ayuntamiento socialista: ¿Va a pedir Soler el voto para el PP también en Paterna?

El PP controla las instituciones financieras, buena parte de los medios de comunicación, la Iglesia y ahora el Valencia. De las decisiones de Camps y Barberá depende el futuro de un club que ya adeuda 120 millones de euros y están al caer otros 90. Muchos pelotazos va a necesitar Soler para salir del lío en que ha metido al club, que sólo serán posibles si la Generalitat le facilita atajos legales donde no los hay. Por suerte, estamos en un Estado de Derecho; aunque algunos, antes valencianistas que españoles, lo olviden o tengan ocurrencias limítrofes con el parafascismo.

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