Todos ganan
La política en un sistema democrático tiene un alto componente de negociación. El pacto es la esencia del quehacer político, tanto el acuerdo dentro de cada partido como con adversarios o con representantes de la sociedad civil, sean sindicalistas, clérigos o de ONG. Al final, por mucha palabrería habida en torno al proyecto de nuevo Estatuto de Autonomía de Andalucía, se ha cerrado un acuerdo mayoritario. El PP jugó durante la tramitación al maximalismo que parece haberse instalado en la dirección nacional del partido, con alguna espantada incluida. El problema es que si el PP quiere ganar unas elecciones, satisfacer eso que Javier Arenas llama "hambre de gobierno", necesita la moderación. Nadie elige para gobernar a un partido que nunca acuerda asuntos importantes o que abandona el Parlamento de manera ocasional. El PP necesitaba el acuerdo, soltar el lastre acumulado desde la UCD y presentarse como un partido de gobierno, "quitarse la espina" en palabras de Arenas. El zaplanismo, pues, ha sido derrotado. Nadie pacta si no piensa que además de un beneficio para la comunidad obtiene otro para sí. Y el acuerdo era imprescindible para el PP. Para ello ha tenido que tragar con el sapo de la expresión "realidad nacional", un asunto insignificante, sin relevancia normativa, pero cuyo rechazo servía a los intereses de la política nacional del PP. Ha conseguido diluirlo un poco, eso sí, porque no hay acuerdo sin renuncia de las partes. Pero la expresión permanece, para sonrojo de todos los que han utilizado adjetivos de grueso calibre, desde Mariano Rajoy a María San Gil. El PP ha conseguido rebajar el tono progresista del texto en materia de educación, que siempre es de las primeras materias para la cesión. Pierden los más intransigentes del PP y ahora tendrán que comerse sus palabras todo el coro de advenedizos que desde los medios de comunicación han machacado el proyecto de Estatuto andaluz, desde los hermanos jota hasta todos los corifeos y turiferarios de por aquí. Tengo para mí que la inclusión de la famosa expresión no aportaba nada, por mucho que la hubiera propuesto el profesor Clavero. Incluso estoy convencido de que Andalucía no es ninguna realidad nacional, aunque lo dijesen en la Asamblea Andalucista de Córdoba. También Blas Infante dijo y escribió alguna tontería que otra. Pero tampoco era una cuestión esencial porque no suponía riesgo para nada ni para nadie, y mucho menos para la unidad de España. Todos los que han llegado al patriotismo por la vía del antisocialismo han inflado un globo que les ha terminado por estallar en la cara. Tendrán que pedir un zaplanita para Andalucía, un nuevo Don Pelayo.
Por supuesto, quienes más ganan son el PSOE y Manuel Chaves. El PSOE ha mostrado su habilidad para forjar acuerdos en todas direcciones. Sus dirigentes han mostrado capacidad para pactar a ambos lados del espectro político y con el gobierno central de su partido. Han acordado con Solbes el pago de la denominada deuda histórica y de la inversión por habitante. Han consolidado su alianza con IU y han ampliado el pacto al PP con transacciones en el articulado y en el preámbulo. En definitiva, han sacado lo mejor de sí, la esencia de un partido que ocupa el centro de la vida política andaluza. Chaves gana al sacar adelante un proyecto de legislatura con tan amplio apoyo. Los socialistas han tenido que ceder en algunos extremos al llenar el articulado de referencias a la unidad de España y a la Constitución, y al dulcificar el preámbulo, pero es un precio pequeño para el logro obtenido tanto para Andalucía como para su posición en el mapa político andaluz.
IU también gana, como interlocutor de privilegio del Gobierno, escenificado por el encuentro Chaves-Valderas. El coordinador regional de IU le ha ganado la partida a los más recalcitrantes de los suyos, se ha consolidado en su organización y le ha dado un talante moderado a su partido, que falta le hacía. Y el PA creen ellos que al oponerse en solitario van a ganar protagonismo y perfil para luego tener réditos electorales, lo que está por ver.
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