Ite Misae, ¿qué?
Probablemente muchos sacerdotes católicos necesitarán refrescar los conocimientos de latín si al final Benedicto XVI decide reestablecer el rito de las misas según el rito tridentino, establecido por Pío V en el Concilio de Trento (1545-1563). Pero no sólo ellos, sino también los fieles habituados a seguir desde la reforma aprobada por el Concilio Vaticano II (1962-1965) la liturgia en su propio idioma. Joseph Ratzinger tendría ya prácticamente redactado un motu proprio, un decreto papal por el cual se suavizarían considerablemente las restricciones que hoy rigen para oficiar una misa tridentina. De convertirse en realidad el proyecto, en el futuro no sería necesario obtener la autorización de las autoridades de una diócesis para recurrir al antiguo uso del latín. Bastaría sólo el consentimiento de un párroco para que cualquier feligrés volviera a escuchar "et introibo ad altare Dei" o "ite Misae est".
La reintroducción del rito tridentino es una vieja aspiración de los sectores más conservadores de la Iglesia católica, reacios a los cambios que el Vaticano II aprobó y que implantó Pablo VI en 1969. Esos cambios pretendían acercar más el oficiante a los fieles haciendo que el sacerdote oficiara frente a ellos y no de espaldas. ¿Cuál sería la razón por la cual el Papa se habría decidido ahora a reinstaurar el latín? De entrada, porque Ratzinger es un gran amante de la misa latina. Pero eso no basta, porque la Iglesia nunca da una puntada sin hilo. El Pontífice alemán, aseguran los vaticanistas, querría acabar así con el cisma abierto por el fallecido arzobispo francés Léfebvre en los setenta, que sólo reconocía el rito tridentino. Lo que no resulta muy claro es que este proyecto sea una señal de modernidad y contribuya a aumentar la grey eclesial.
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