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Reportaje:Elecciones legislativas en EE UU

En busca de carisma para la Casa Blanca

El senador afroamericano Barak Obama hace un guiño a las presidenciales de 2008

Los demócratas se atreven ya a soñar con 2008. Para las presidenciales hay desde hace tiempo alguien con nombre, respaldos y medios económicos: Hillary Clinton, a la que sólo le falta anunciar su candidatura.

Ahora se lanza también al ruedo Barack Obama, el senador de 45 años que se descubrió, en la Convención de 2004 en Boston, como la mejor esperanza de futuro para el Partido Demócrata. "He pensado sobre la posibilidad, pero no con la seriedad y la profundidad que hacen falta", le dijo Obama al periodista Tim Russert de la cadena NBC el domingo.

Ha bastado con esta declaración para que el fotogénico senador se convierta en la estrella política del otoño. Todo ayuda: la cara nueva y el soplo de carisma después de años tan ásperos como los últimos y cuando el prestigio de la clase política está por los suelos; la ansiedad de los demócratas -cuya fortuna debería dar un giro dentro de dos semanas, en las legislativas- de recuperar la Casa Blanca en 2008 después de ocho años de Bush; y el estímulo de que alguien compita con Hillary, sobre todo después de la renuncia a presentarse del centrista Mark Warner.

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Y, sin duda, un factor clave en la era de la política y el marketing para que su rostro inunde pantallas y portadas: Obama está en plena campaña de lanzamiento de su libro La audacia de la esperanza. "Un Gobierno que represente de verdad a los norteamericanos, que esté a su servicio, exigirá otro tipo de políticos", se puede leer en ese libro, (en ningún caso una gran aportación a la literatura política). Es obvio en quién está pensando como símbolo de la renovación de la clase política.

¿Es Obama un tipo nuevo de político? En la revista Time, Joe Klein dice, después de pasar unos días con él, que es "el equivalente político de un arco iris: un acontecimiento repentino e inexplicable que inspira reverencia y éxtasis".

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Aunque lleva sólo dos años en el Senado (pasó antes siete en la política de Illinois), se ha forjado ya una excelente imagen: critica la guerra de Irak, como no podía ser menos, pero lo hizo desde el principio, y eso no le impide ser duro en política exterior; se desmarca del tradicional apego demócrata por el sector público y alaba la visión del multimillonario Warren Buffet; ha trabajado bien con los republicanos en Illinois y en Washington, y su actitud es tan conciliadora que no tiene malas palabras ni siquiera para Bush; cree que es un error que los demócratas "abandonen el campo del discurso religioso" y explica cómo puede ser compatible su fe con las ideas progresistas.

Obama es además la cara de la América del siglo XXI: hijo de un africano de Kenia y de una americana de Kansas y criado en Hawai, fue el primer afroamericano que presidió la prestigiosa revista de derecho de la Universidad de Harvard.

Con este impecable póster electoral de Kennedy del siglo XXI, a Obama le llueven los consejos: "Preséntate, Barack, preséntate", le pide el comentarista conservador de The New York Times David Brooks, que dice que sería bueno para su partido y bueno para el país.

Desde la izquierda, Frank Rich advierte contra el espejismo de que sea visto "como la panacea para todos los males del partido", y dice que Obama será una esperanza real sólo "si es capaz de cambiar al partido antes de que el partido le cambie a él". Un poco harta del desfile por revistas como Men's Vogue, Marie Claire y Vanity Fair, Maureen Dowd se pregunta si quiere ser una celebridad o un hombre para la historia, y concluye: "¿O es que ya no hay diferencias entre las dos cosas?".

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