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Elecciones legislativas en EE UU

Los demócratas irradian euforia en la recta final

"Los republicanos van a sufrir un huracán de categoría 5", asegura un experto

Si las legislativas del 7 de noviembre se celebraran hoy, el 55% de los votantes metería en las urnas las papeletas de los candidatos demócratas a la Cámara o al Senado y el 37% haría lo mismo con los candidatos republicanos. Con sondeos, como éste de Newsweek, que muestran de manera consistente el mismo paisaje, ¿se puede evitar la euforia en las filas demócratas? Imposible. La habitual cautela y el pesimismo cultivado tras las últimas derrotas han desaparecido. El cambio está en el aire.

¿Cambio en el aire? Es "un huracán de categoría 5 el que van a sufrir los republicanos en la Cámara", según el analista Charlie Cook, que cree que el partido de Bush "está, sin lugar a dudas, en su peor situación política desde el desastre del Watergate en 1974". Los congresistas demócratas, que no tocan poder desde que fueron barridos del Capitolio en 1994, se preparan ya para presidir comités y controlar la agenda, y Nancy Pelosi, que será -en caso de victoria- presidenta de la Cámara, no puede controlar su entusiasmo: cuando la agencia AP le preguntó qué oficina del Congreso le gustaría ocupar, Pelosi dijo: "La que yo quiera". Incluso el Senado, que parecía un bastión imposible de tomar -porque es una Cámara más estable y porque sólo renueva un tercio de sus escaños-, está ahora en la cuerda floja para los republicanos.

Incluso el Senado está ahora en la cuerda floja para el partido de George W. Bush
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¿Está justificado el optimismo? Para Karl Rove, el hombre que llevó a Bush a la victoria en las dos últimas presidenciales, en absoluto. Sin despreciar al arquitecto que controla la impresionante maquinaria electoral republicana, y aunque faltan dos semanas para que se abran las urnas, todas las señales van en la misma dirección. Y aunque las legislativas tienen un componente local y personal que invita a la prudencia, en esta ocasión la convocatoria está fuertemente contagiada por el amplio rechazo a la guerra de Irak y por la pésima imagen de incompetencia del Congreso. La guerra se asocia a Bush, cuyo índice de apoyo, según el sondeo mencionado, está justo por encima del 35%; y aunque ningún congresista se libra de las críticas, los que más tienen que pagar son los que mandan en el Capitolio desde hace 12 años.

A pesar de que el hábil diseño de los distritos electorales (el gerrymandering que inventó hace 200 años Elbridge Gerry al organizar su circunscripción en forma de salamandra para incluir votos seguros y excluir hostiles) tiende a proteger a los titulares, cuando coincide el descontento general -el 67% no está satisfecho con la marcha del país- con el entusiasmo de unas bases y la pasividad de otras, los escaños que parecían seguros dejan de serlo. Los demócratas, que tienen 201 escaños en la Cámara, necesitan ganar al menos 15 para tener la mayoría: "No es en absoluto descartable que consigan de 25 a 35", según Cook.

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Otro analista electoral, Larry Sabato, dice en su Bola de cristal que los republicanos no consiguen capitalizar sus logros, a pesar de que "la economía está en una situación extraordinaria y los mercados se salen, mientras que la inflación es baja y la productividad alta", debido a "los lastres de la guerra y los escándalos, a un impopular presidente Bush y a un todavía más impopular Congreso". En esta situación, los demócratas ni siquiera tienen que articular un programa: "Al pedir un cambio de rumbo, dejan los detalles para cuando ganen, y aprovechan para lanzarse a la yugular de los republicanos ahora que todo les sale mal: es el tipo de instinto asesino que los demócratas no han sacado a relucir desde hace años".

Hay otro índice importante, además de los sondeos locales y del bajo apoyo presidencial, y es el grado de fervor de las bases: a mayor interés y ganas de pelea, más probabilidades hay de que la gente acuda a votar; a menor interés y desapego, crece el margen de los que se abstendrán. En 2002, según el Pew Center, el 44% de los republicanos abordaban con entusiasmo la perspectiva electoral, frente al 40% de demócratas; este año, el 51% de los demócratas sienten el fuego en el estómago, mientras que en las filas republicanas se puede decir lo mismo sólo del 33%.

En las legislativas de mitad de mandato la participación oscila entre el 40% y el 50% del electorado (en las presidenciales, entre el 50% y el 60%), pero en esta ocasión hay señales de un mayor interés. Según el Pew Center, el 59% de los demócratas está dedicando mucha atención a las elecciones, frente al 46% que decían eso en 2002; los republicanos mantienen la media: 48% ahora, 47% hace cuatro años. Y en una última muestra de que el fervor de una base es mucho mayor que el de la otra, las solicitudes demócratas de voto por correo -una modalidad que se puede ejercer en 30 de los 50 Estados- han sido casi el doble que las republicanas.

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