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La campaña electoral catalana
Columna
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Los números mantra

Soledad Gallego-Díaz

Convergència i Unió ha hecho en estas elecciones autonómicas una apuesta arriesgada: ir en completa soledad, sin alianzas a la vista. La única forma de llegar a la presidencia de la Generalitat, pregonan ellos mismos mitin tras mitin, es que el tripartito no logre 68 diputados (es decir, que pierdan siete escaños sobre los 74 de que disponen hoy). Artur Mas se esfuerza por dar la impresión de que lo tiene al alcance de la mano, en la punta de los dedos, que sólo necesita un último esfuerzo, un último empujón de sus simpatizantes. Ayer, en el mitin celebrado en el Pabellón de Deportes del Vall d'Hebron, quedó claro que la movilización voto a voto es en estos momentos el gran objetivo de CiU y que Mas está dispuesto a lanzar ese mensaje sobre sus militantes o simpatizantes como una letanía, sin pausa ni descanso: si agarramos ese puñado de votos nos espera la felicidad, el regreso a la Generalitat y quizás, otros 23 años de gobierno. Si fracasamos, una dura travesía del desierto.

El esfuerzo de CiU es máximo y la movilización exhaustiva, el ex president Jordi Pujol incluido. La campaña electoral ha llegado a su ecuador y las encuestas que manejan unos y otros no dejan tranquilos a nadie, no sólo porque difieren mucho entre sí, sino porque las previsiones de abstención siguen siendo tan altas que los análisis pueden estar seriamente distorsionados.

Unos y otros coinciden en que se trata de unas elecciones muy abiertas, en las que los resultados importan no tanto en términos globales como en cuanto permitan unas alianzas u otras. Así que los militantes de los partidos catalanes parecen circular estos días con calculadoras en la cabeza, repitiendo como mantras las cifras que les abrirían las puertas de la Generalitat.

En las filas de CiU, el mantra más solicitado es 56. Con esos escaños quedaría garantizada la derrota del tripartito. El segundo número más querido es 53-54. Quizás así aún fuera posible llegar al Govern. En cualquier caso, hoy por hoy, muy pocos nacionalistas dudan de que socialistas, Esquerra e Iniciativa reproducirán el tripartito si tienen ocasión para ello, exista la diferencia que exista el día 1 entre los votos y los escaños de CiU y del PSC y piense lo que piense al respecto José Luis Rodríguez Zapatero. Hay pues que luchar por el último voto en la última urna. ¿Dónde encontrar ese puñado de votos que, según CiU, rozan con la mano?

Ayer en concreto se trataba de bucear en búsqueda de algunas papeletas de ERC. La pantalla gigante instalada en el pabellón reproducía trozos del famoso vídeo contra el tripartito, sobre todo las mejores perlas de Carod Rovira, y una machacona música de tambores de guerra calentaba el ambiente. Para acentuar su perfil nacionalista, Mas se rodeó en el escenario de Josu Jon Imaz, presidente del PNV, de Anxo Quintana, portavoz del Bloque Galego, y del muy poco conocido Enric Morera, secretario general del Bloque Valenciano. Imaz recompensó las ovaciones del público con un discurso pronunciado completamente en catalán. El esfuerzo y el detalle le fueron muy agradecidos, aunque verdaderamente dio la impresión de que algunos asistentes le hubieran entendido mejor en castellano.

Josep Antoni Duran Lleida fue el primero en pedir explícitamente el voto de quienes en las elecciones anteriores apoyaron a ERC creyendo que acentuaban así el tinte catalanista de un eventual gobierno tripartito. El PSC, con Montilla a la cabeza, vino a decir, ya no tiene ningún tinte catalanista, es puro "socialismo españolista". Duran procuró acentuar el dramatismo de la convocatoria electoral. Estas no son unas elecciones normales: o gobernamos nosotros o gobierna el PSOE, anunció sin pestañear.

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Mas se esforzó en escenificar aún más esa idea de una Convergència que pelea en solitario contra todos. Todos saben, sin embargo, que su mejor esperanza de llegar a ser president es que el tripartito no sume y que CiU obtenga en una segunda votación en el Parlament mayoría simple y la abstención del sufrido Josep Piqué. Una cosa es prometer ante notario que CiU no gobernará con el Partido Popular y otra no dar por supuesto que los populares, si llegara la ocasión, se tragarían el orgullo y votarían en blanco para permitir finalmente a Artur Mas llegar al Govern. Cualquier cosa menos un gobierno socio-convergente en Cataluña, reza todos los días Mariano Rajoy.

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