_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El precipicio histórico

Miquel Alberola

La Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL) acaba de perder una oportunidad para dar un paso hacia la normalización de la institución, como acaso lo habría sido que una persona vinculada a la universidad y distante del primer plano de cualquier organización política hubiese alcanzado su presidencia. Por el contrario, la elección de Ascensión Figueres como presidenta, en una maniobra activada y manejada desde el Consell, y consolidada por acción u omisión en el ánimo de roces muy gremiales, refuerza las ataduras de este organismo con la inestabilidad de la política. El asunto podría ser un signo de los tiempos que corren, en los que la política lo invade todo (incluso el Palau de la Generalitat), si no fuera porque este organismo surgió, en apariencia, por la necesidad de abrir una vía de alivio a la tensión política, aunque también por la urgencia de acumular méritos políticos por parte de quien impulsó la operación, que a su vez, y éste es un complejo himno a la psiquiatría, alentaba con la otra mano la fricción. Con una clase política normal, es decir que hubiese soltado el lastre de las rémoras de la transición, la AVL sería una institución tan rancia como el Tribunal de las Aguas, puede que con menos aliciente turístico, aunque nunca se sabe cuando la mínima pasión filológica deriva en una reyerta masiva. Sin embargo, el PP, que apiñando parte del naufragio de UCD y la sustancia de Alianza Popular pudo asumir un discurso de superación en el momento de las amplias mayorías, ha permanecido dramáticamente asido a esta empuñadura, que ahora le arrastra a intervenir en la AVL. Desde el punto de vista orgánico eso le ha permitido sortear las consecuencias de promover un conflicto artificial que desgastaba a su adversario inmediato, pero que comportaba un alto coste interno, puesto que también estaba nutriendo enanos en su entorno. En esa dinámica perversa el PP engendró a Unión Valenciana y alimentó a los grumos y quistes intrínsecos que se disputan un espacio que, además de avivar trastornos, permite decantar mayorías y abrir horizontes de negocio. Su propia estrategia ha llevado al PP al borde de un precipicio histórico en el que sólo es posible no caer alternando los disfraces de pirómano y bombero. Y eso, que es muy interesante para la zoología política, resulta nefasto para una lengua sobre la que se discute más que se habla.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_