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PATÉ DE CAMPAÑA | La campaña electoral en Cataluña
Columna
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Azul

Nota de color: azul. El cielo sobre Cunit es azul, esta mañana calurosa en la que no corre una pizca de aire. El mar es azul, tirando a verdoso, que es como se pone cuando esconde corrientes de fondo. La publicidad del Partido Popular es predominantemente azul. En el descampado junto a la estación han aparcado los autocares de campaña y han teñido de ese color el ambiente. El estrado para los parlamentos es azul, con el lema "sentido común" -un buen lema- visible desde lejos. Hasta el pescado es azul: el acto consiste, en efecto, en una sardinada popular. Y por supuesto, el príncipe es azul: Josep Piqué viste camisa deportiva azul ceniza y pantalones azul oscuro. Pero aunque fuera de rojo o a topos, sus admiradoras seguirían viéndole azul, como en el cuento, tal es la simpatía que despierta.

Lo primero que hace el príncipe azul es un aparte declarativo con los medios para evaluar el debate de TV-3. Los trenes que pasan a un centenar de metros impiden oír su voz con claridad. No importa porque los micrófonos sí la captan y eso le basta al periodismo de campaña. Luego el príncipe se enfunda un guante de jardinero, sujeta la parrilla y retira con unas pinzas las sardinas recién asadas: los directores de campaña conocen el odio de las redacciones por la imagen del candidato tras el atril y, en consecuencia, le ponen en situaciones como ésta para animar el retrato. Esto entraña algún riesgo, como el que provoca ese arenque que no se decide a desengancharse y que da algún trabajo extra al candidato. Pero a Piqué se le ve cómodo: se zampa dos pescados con los dedos en un santiamén, señal de que el menú no le es extraño. Y bebe un vaso de vino, Naraya, un tinto mencía del Bierzo: para este aspirante a la presidencia de la Generalitat es sabido que el mundo no se acaba en el Penedès.

En su discurso explica lo bien que se siente. No sólo por haber nacido al lado, en Vilanova i la Geltrú, sino porque sus padres tenían un apartamento en Segur de Calafell y él solía ir por allí en los años sesenta y setenta. Bueno, en aquella época el príncipe no era exactamente azul, sino rojo, y hasta puede que se batiera con valor contra la térmica de Cubelles, a tiro de piedra del lugar en el que ahora mitinea y cuya construcción levantó un clamor entre la progresía lugareña. El candidato no hace referencia a estos hechos. Pelillos a la mar, que como todo el mundo sabe es azul y no roja. Seguramente, el príncipe rojo de aquellos tiempos tampoco se habría atrevido a tildar de "chorrada" la devolución de los papeles de Salamanca, que es lo que hace el príncipe azul esta misma mañana. Pero ese ha sido un aspecto marginal de su discurso, pronunciado íntegramente en castellano. En lo que ha insistido Piqué es en la inseguridad de estos pueblos, amenazados por mafias fuera de control. Por un momento, el príncipe ha dejado de ser azul para convertirse en príncipe de las tinieblas. Pero los aplausos, los abrazos, los autógrafos y las fotos a discurso concluido rápidamente restablecen el predominio del azul.

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