_
_
_
_
_
ESCRITORES DE PERFIL

Juan Goytisolo, 'psicopompos'

En 1977 -digamos- era muy fácil enamorarse de Juan Goytisolo y yo me enamoré. Como él no lo supo, entonces, no pudo decir si estaba o no de acuerdo con mi admiración, que sin duda no era muy original. Entonces Goytisolo (no sé si para distinguirlo de sus dos notorios hermanos se le decía ya en "petit comité", Goytimoro) era muy atractivo para todos los que nos queríamos jóvenes renovadores y rebeldes. Era el gran heterodoxo y eso -tan bien mantenido- resultaba fascinante. Recuerdo un gran artículo suyo que leí primero en Triunfo (creo) y después en el tomito -de 1978- Libertad, Libertad, Libertad: "Demos la vuelta de una vez, como un calcetín, a su miserable discurso": una estupenda defensa de la normalidad homosexual, contra el predominante discurso "perdonavidas". Yo había leído Señas de identidad y Reivindicación del conde Don Julián, y ambas me habían gustado mucho. Algo menos Juan sin Tierra (1975) el final de esa trilogía, pero su afán experimentador, la búsqueda de una prosa artística, más dura, y a la par de un modo diferente del discurso narrativo (como pregonaban desde Robbe-Grillet o Guyotat a Burroughs) hallaba mi aquiescencia. Desde entonces hasta hoy mismo he sido un "fan" declarado de Juan Goytisolo, arrostrando incluso la incomprensión de algunos amigos cercanos. Porque nuestro Juan de Marrakech parece no tener -ni querer- sino incondicionales devotos o enemigos, desde luego equivocados. No le gusta la templanza ni el término medio ni las componendas. Hace bien.

Es un amante de la mezcla, de lo aljamiado, del mestizaje, de la búsqueda de la innovación, del inconformismo

He tratado poco a Goytisolo (y

sobre todo en la época de Coto vedado, 1985, inicio autobiográfico que me interesó muchísimo, tan raro en España) pero siempre le he hallado como a la defensiva -no sé de qué-, acaso porque yo, siendo muy seguidor suyo, no estaba inscrito (y no lo estoy) en el casi cerrado grupo de los incondicionales. Juan parece antipático y aún adusto, pero sin duda quienes le conozcan a fondo tendrán una impresión muy distinta. Atípico también yo, no soy incondicional suyo, pero mucho menos un detractor gratuito. La mayor parte de la obra de Juan Goytisolo -hoy menos de moda que en los setenta y ochenta- me ha interesado mucho, aunque nunca por igual. Alguno de sus libros últimos como Carajicomedia o El lucernario (2004) me han cautivado casi como al principio. Creo que sigue siendo uno de nuestros prosistas y ensayistas más iconoclastas -aunque menos que cuando entonces-, más irreverentes y más vivos. Por supuesto que cuida su reputación y su nombre (¿no procuramos hacerlo todos?), pero procura que éste siga teniendo algo de sulfuroso y de díscolo. No deja del reclamar el maestrazgo de Genet. No quiere premios oficiales ni nada que suene a "excelentísimo señor", y le honra haber mantenido su actitud cuando tantos insignes no lo han hecho. Jamás ha flirteado con la RAE, y no ha hecho como otros muchos (recuerdo a Chacel y a Umbral, pero hay más y notorios) que tras haberse presentado y no ser elegidos declararon: "No me interesa la Academia. No quiero saber de ella". Cuando la pura verdad era, al contrario (pues se presentaron), que la Academia no quería saber de ellos. En cuanto tiene que ver con el oficialismo y sus escalafones, Juan es ejemplar y coherente. Si se está a la contra, si se ama la marginalidad y la disidencia, pues amigos míos, qué menos que una mínima coherencia. Y Juan quiere ser un santo pero de la orilla opuesta, de la otra acera, un morabito.

¡Hurra por Juan Goytisolo, amante

de la mezcla, de lo aljamiado, del mestizaje, de la búsqueda, de la innovación, del inconformismo! Pero Juan (quién no, probablemente) tiene sus contradicciones, sus bajuras -no bajezas- y su clientelismo. Con la literatura española -antigua o actual- es tremendamente tacaño. Todo lo que no entre en su estricto parámetro (donde él mismo, obviamente, entra) se condena al frío silencio de las tinieblas exteriores. Leyéndolo uno saca la consecuencia de que toda la literatura española se reduce al Libro de Buen Amor, a La Celestina, al Quijote, a Blanco-White y últimamente a Azaña. Poco me dejo. Luego sus amigos vivos (poetas metafísicos, contados) y algún latinoamericano, ya fallecido, como Severo Sarduy o Manuel Puig. Poco, muy poco más. Siempre don Américo Castro, nuestra aislada lumbrera ensayística. Yo como lector amplio y como lector del propio Goytisolo hallo esta racanería estrecha y corta. La literatura en español es más (mucho más) que eso, con ser notable. Y ahí finca lo raro y perturbador: la intolerancia estética del gran liberador. La estrechez del abierto. ¿Por qué? ¿Temor a la sombra? ¿La misma falta de generosidad -en lo contemporáneo- que Juan Ramón Jiménez?

Es hermoso que Goytisolo, antinacionalista y apátrida (como el maestro Cioran), viva en Marrakech, lejos de esta balumba cucañista, aunque no desatento. Pero él, tan crítico -y con justicia- contra los abusos de poder, las dictaduras y a favor de los derechos del hombre, ¿nada tiene que decir del peculiar régimen marroquí, de la endémica pobreza de tantos magrebíes? Contra la intolerancia católica o cristiana -y bien hace- ¿pero nada o casi contra el integrismo islámico? Claro que este fanatismo de hoy, en parte del islam, viene de los abusos pasados de Occidente y ahora de la terrible política de Bush, por supuesto, pero hay que seguir estando -aunque sea difícil- contra toda intolerancia, y contra toda opresión antiliberal. No faltan voces que dicen (no quiero opinar) que si Juan Goytisolo fuese crítico con Mohamed VI, no podría vivir en Marrakech...

Pero ésta es (no se olvide) una

antigua declaración de amor. Hay cosas en Juan que me irritan -su estrechez cultural con su lengua, sobre todo; sus ataques o no al poder según se pueda, claro que debe ser incomodísimo estar contra todo- pero me gusta buena parte de su narrativa, cada vez más lejos de los géneros tópicos; su actitud antipática, azufrosa, procurando romper lo convencional y estar contra la norma, aunque ahora sea más difícil que antes, todo ello me sigue interesando y gustando. Juan Goytisolo es uno de nuestros imprescindibles y le debemos mucho. Pero sus sumisos devotos no se atreven a decir que nadie es perfecto. Ni siquiera Juan Goytisolo. Salud, Juan. Y un beso.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_