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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Campaña catalana

La campaña electoral catalana ha arrancado con una tensión inédita y sorprendente, que no se corresponde con la ventaja de la coalición nacionalista CiU que manifiestan las encuestas ni con la atonía que unos y otros preveían. Un largo vídeo electoral de CiU, distribuido profusamente el pasado domingo, ha introducido un cierto factor tremendista que ha calentado la campaña en su mismo arranque, al atribuir al tripartito y sobre todo al candidato socialista todos los males: los que pertenecen al balance efectivamente negativo del Gobierno de Maragall, que no son pocos, y los que no le pertenecen, como los incrementos de precio de las gasolinas.

Este vídeo tiene el riesgo evidente (para CiU) de convertirse en factor de movilización de la izquierda y es a la vez el síntoma de que esta coalición, que se presume vencedora, parece haber agotado en su hasta ahora exitosa precampaña todo el margen de crecimiento. Lo cual tiene su lógica: Mas busca una ventaja tan amplia respecto al PSC que haga aritméticamente imposible la repetición del tripartito, y permita un Gobierno nacionalista con la abstención del PP.

Sin movilización, será la abstención la que hará espontáneamente el trabajo que persigue Mas. Y tres años de Gobierno progresista se habrán amortizado, equiparados a 23 años de nacionalismo conservador. Evitarlo es el principal reto sobre todo de los socialistas, quienes -apenas digerida la compleja crisis de sustitución de Maragall- no han encontrado el mensaje contundente que pueda oponerse al mero y claro enunciado de sus contrincantes: "gobernar bien".

Si los últimos años de la Generalitat y los recientes meses de precampaña han sido prolíficos en ruidos, convendría que la campaña electoral, recién abierta, no siguiera el mismo cauce. Porque hay nuevos horizontes y urgencias para los ciudadanos catalanes: un Estatuto que permite como mínimo dos lecturas, una más nacionalista y otra más federal; la inmigración, de la que de pronto todos han dejado de hablar en la campaña, pero sobre la que la nueva Generalitat dispondrá de importantes competencias; la política de vivienda pública y de rehabilitación de los barrios marginales, sobre las que la coalición conservadora apenas ha abierto la boca; o las infraestructuras, entre las que destaca el aeropuerto de El Prat. Son muchos los debates del máximo interés para la ciudadanía, y más con el nuevo Estatuto, que no deben quedar sepultados por la propaganda y, menos aún, por el juego sucio o las coacciones de jóvenes radicales o exaltados, tal como las que ha venido sufriendo el PP en los últimos meses.

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