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Denuncias, incumplimientos y dependencia emocional

Hasta cuatro veces denunció Endurance Orisewenhinmi a su esposo, Elvis Okotie, por maltrato entre el 13 de mayo de 2002 y el 17 de septiembre de 2003. Y al menos en dos ocasiones en que los juzgados impusieron órdenes de alejamiento a su esposo, la mujer acudió al juez para reconocer que, aunque "los hechos denunciados son ciertos", perdonaba al marido, según la sentencia de la Audiencia de Vizcaya.

El 3 de febrero de 2003, la mujer denunció que su esposo le había "hurtado" su documentación y no podía salir del país. La situación empeoraba. Los servicios sociales atendieron a la esposa en diciembre de 2003, mes y medio antes de que muriera. Constataron que la situación de maltrato se mantenía y plantearon la "necesidad de urgente intervención". Por esas fechas, en el colegio al que acudía la hija del matrimonio observaron "una progresiva situación de decaimiento de la niña, que hasta entonces había sido una alumna brillante y cumplidora".

Meses antes de morir, , el 3 de febrero de 2004, la mujer había dibujado de nuevo el perfil de su esposo ante los servicios sociales. "Él es muy violento. Y como intente llevarme a la niña, me va a matar. Temo por mi vida", relató. Tres días antes de fallecer, el marido la atacó con un cuchillo, se recoge en la sentencia. Muchas de estas conductas se reproducen en buena parte de los casos de violencia de género. También influye la dependencia emocional o la económica, que con frecuencia provoca que las víctimas regresen con los maltratadores.

En este caso, los expertos observaron una fuerte "dependencia emocional hacia su marido". Para acabar de empeorarlo todo, Okotie estaba convencido de que el hijo que su esposa llevaba en sus entrañas era de otro hombre. Cuando llegó la sentencia en la que se condenaba por el delito de maltrato habitual a Elvis Okotie, su esposa llevaba muerta casi ocho meses.

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