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Columna
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Los expertos en física cuántica

Soledad Gallego-Díaz

Al PSOE le pasa, a veces, lo que Niels Bohr decía que le pasaba a la física cuántica: si alguien no queda confundido con ella, es que no la ha entendido bien. Sólo así se puede interpretar lo que le ha ocurrido a los dirigentes del Partido Socialista con su candidatura a la alcaldía de Madrid. O quizás todo se deba a la pronunciada creencia del presidente del Gobierno en que posee lo que un famoso escritor norteamericano predicaba de sí mismo: la mágica habilidad de transformar lo que la gente le dice en lo que realmente quieren decir.

Parece, sin embargo, que en el caso de José Bono esa gracia o destreza ha quedado en entredicho. El ex ministro no quería ser candidato. Sencillamente. La verdad es que tampoco se comprende bien el empeño del PSOE y de Rodríguez Zapatero en lanzar al ruedo en Madrid a un candidato francamente reticente y, encima, con un mensaje tan parecido al del actual alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón. ¿En qué iban a discrepar? Seguro que las encuestas dibujan unas buenas perspectivas electorales para Bono y que eso debió deslumbrar y embelesar a los responsables del PSOE. Pero quizás con un poco más de firmeza de ánimo se hubieran dado cuenta de algo que el propio Bono parece haber entendido muy bien: no tiene sentido disputar el voto de quienes discrepan de Gallardón porque se sitúan en su derecha extrema.

Madrid es una ciudad peculiar, con un alcalde peculiar, un hombre lo bastante cosmopolita como para hacer difícil que la batalla municipal se plantee en términos dramáticos. Es posible que la auténtica pelea, la que en otros países se desarrolla, con gran equipaje ideológico, en torno a la alcaldía de la capital, se deba plantear hoy en Madrid no en torno al Ayuntamiento sino a la presidencia de la Comunidad.

No se puede decir que Esperanza Aguirre sea una presidenta peculiar, con perfiles comedidos o moderados. Todo lo contrario; según han ido pasando los meses, se ha ido caracterizando más y más como una dirigente popular radicalizada, comprometida con la estrategia de los sectores más duros del PP. Quizás es en la Comunidad de Madrid donde se esté desarrollando en estos momentos la batalla más importante entre las distintas maneras de concebir la política, entre las distintas opciones ideológicas para plantear, en los años próximos, el camino de la educación, la sanidad pública, el derecho de los enfermos a recibir un trato digno en su agonía, el urbanismo o la integración de los inmigrantes.

Es en la Comunidad de Madrid, y no en la alcaldía, al menos de momento, donde se deberían reproducir las estupendas batallas electorales que se han desarrollado últimamente en bastantes capitales europeas. Desde hace algún tiempo esa es, además, una de las pocas peleas en las que los progresistas han recibido algunas alegrías verdaderas, algunos signos de que no todo es reacción y miedo en el mundo, sino que continúan arraigadas algunas de las mejores propuestas del siglo pasado: la defensa de los derechos cívicos, la integración, la ayuda mutua, el cosmopolitismo...

En los últimos años, pasara lo que pasara a nivel nacional, todas las grandes ciudades europeas han elegido dirigentes claramente identificados con esos valores: Bertrand Delanoé, en París; Klaus Wowereit, en Berlín; Walter Veltroni, en Roma; o el incombustible Ken Livingstone en Londres. En una época en la que se oye el sonido soterrado pero continuo de la reacción (en Nueva York se acaban de cancelar dos conferencias del historiador judío Tony Judt por ser demasiado crítico con Israel), nada puede estimular más a los progresistas que la batalla que acaba de ganar en Amberes un alcalde decidido, peleón y comprometido. Patrick Janssens le plantó cara al líder de la ultranacionalista Vlaams Belang y, cuando todo el mundo en Bélgica parecía ya resignado al gran avance de los extremistas, arrastró a sus conciudadanos con un mensaje propio, abierto y decidido. No nombró en toda la campaña a sus oponentes, pero frente al Nuestra gente primero, del Vlaams, lanzó un rotundo: La ciudad pertenece a todos. El VB subió seis décimas y el partido de Janssens (socialista) unos espectaculares 15 puntos.

Como diría Pamuk, de vez en cuando hay buenas noticias. solg@elpais.es

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