_
_
_
_
Reportaje:

Camps en la cueva de Platón

El presidente de la Generalitat culmina su proceso de aislamiento en una cáscara administrativa y política inexpugnable

Miquel Alberola

Lo primero que hizo Francisco Camps tras ganar las elecciones autonómicas en 2003 fue cambiarse el móvil. Así cegó todos los accesos de lo que hasta ese momento había sido el entorno del poder, dominado por su antecesor en el cargo, que lo había aupado. Algunos de los que le habían acompañado en el proceso de ascensión se quedaron muy extrañados. "¿Qué pretende?", se preguntaba un miembro del anterior Consell, que luego formaría parte de los sucesivos gobiernos de Camps. Era el primer paso para tratar de bascular hacia su terreno las inercias que el partido había desarrollado durante las dos legislaturas en las que Eduardo Zaplana había acomodado la estructura de la organización y la Administración a su gusto. Pero también era un paso decisivo hacia el aislamiento piramidal de su figura, de acuerdo con la más pura ortodoxia del estándar del comportamiento de los líderes. Ahora, en la recta final de la legislatura, el presidente ha alcanzado la cima de esa soledad que empezó a perseguir hace cuatro años. La imagen del Consell situado debajo de la tarima sobre la que el presidente representaba el acto institucional del 9 d'Octubre, como si se tratara de su pedestal, no era gratuita.

La directora de Gabinete estableció cortafuegos desde el inicio para evitar el acceso al presidente y convertirse en el conducto reglamentario
Los maitines han sido suprimidos en el Palau de la Generalitat hasta nueva orden y ahora todos los consejeros pasan por el filtro

Existen cuatro fases que se repiten en cualquier liderazgo, según un profesor universitario que prefiere quedar al margen. En la primera, el futuro líder ve a todos por encima de él y hace méritos porque le gustaría ser visualizado como ellos. En la segunda, el meritorio pasa a ser seleccionado, piensa que "algo tendrá" y se ayuda del entorno en el que está creciendo. En la tercera el seleccionado resulta elegido "por sus virtudes", rehúsa la fase de meritorio y se olvida de los que le han ayudado. Y en la cuarta, que no alcanzan todos los líderes, aparece el fenómeno de la predestinación: el elegido se cree predestinado.

Camps fundamentó su despegue en la Generalitat sobre un núcleo inicial configurado por Alejandro Font de Mora, como consejero de la Presidencia, el entonces director general de la Policía Juan Cotino, el consejero de Territorio, Rafael Blasco, y dos de sus amigos de la infancia: Gerardo Camps y Esteban González Pons, consejeros de Economía y Educación, respectivamente. A esta estructura se unía Víctor Campos, el vicepresidente, como brazo de control orgánico.

En el mismo nivel se situaba un personaje clave en la carrera política de Camps: Ana Michavila, cuya trayectoria se desarrolla pegada a la sombra del presidente desde que fue vicepresidente del Congreso de Diputados, incluso en los seis meses sin sueldo que éste pasó por el desierto entre la Delegación del Gobierno y la presidencia de la Generalitat. La hermana de José María Michavila, cuya mujer mantiene una gran relación con la esposa de Mariano Rajoy, asume la dirección del Gabinete del Presidente con rango de secretaria autonómica y garantiza el anclaje con el clan de poder del PP en Madrid.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Desde esta estructura, materializa la estrategia de purificación del Palau. En vez de aprovechar el humus desarrollado en los despachos de los palacios de la calle de Cavallers, como hizo Blasco cuando llegó de la mano de Zaplana, estableció cortafuegos desde el principio para ir aislando al presidente y asentándose ella como el único conducto reglamentario.

Ésta fue la etapa de la "guerra civil", según un alto cargo del Consell. Después llegaría "la de los fuegos de artificio" y "la guerra con el Gobierno central", con González Pons como consejero portavoz. En este período Font de Mora se cayó del núcleo, y entre el nuevo portavoz del Consell y el Gabinete del Presidente empezaron unas fricciones que culminarían con la creación en este departamento de un gabinete de prensa paralelo al dirigido por González Pons. Asimismo, un día antes del debate de política general de 2004, el gabinete dirigido por Michavila filtró una fotografía a los periódicos en la que varios miembros de su equipo aparecían redactando el discurso del presidente, cuyas ideas principales estaba escribiendo González Pons. "El pulso llegó a ser muy fuerte", explica la misma fuente. Tanto, que cuando Camps realizó la última crisis de gobierno y situó a González Pons en la Consejería de Territorio, "en el Gabinete del Presidente -y no es una figura retórica- se brindó con champán". El nombramiento de Vicente Rambla como portavoz fue acogido con satisfacción por Michavila y su entorno. El carácter del ex consejero de Sanidad encajaba como cortado a medida a sus exigencias.

Ahora es la etapa del "presidente imperator, que ha ganado a los frentes interno y externo", asegura la fuente. Domina "el estilo de la austeridad y la reserva". En esta nueva coyuntura el presidente ha quedado totalmente aislado en su despacho del Palau de la Generalitat. "Ahora todos pasamos por el filtro", explica un miembro del Consell. Los amigos de la infancia del presidente han sido alejados del núcleo de poder, que tiene a Campos y Rambla como fijos, mientras que Cotino no desempeña el papel que había previsto y a Blasco ya sólo se le convoca cuando se enciende la luz roja. Además, los maitines han sido suprimidos hasta nueva orden. "El presidente ya sabe lo que hace", aseguran que justificó Michavila, a la que algunos definen como "hija de militar y casada con un militar", es decir, "una auténtica dama de hierro". Además, su propio gabinete ha centrifugado a varios de sus miembros. Michavila ha establecido un telón de acero impenetrable para evitar que "al presidente le lleguen malas noticias". Su obsesión al respecto es tan firme que en el ámbito periodístico se la compara a menudo con el ama de llaves del aristócrata Maxim de Winter, ideada por Daphne de Maurier y elevada al oscar por Alfred Hitchcock con el título de Rebeca.

¿Ha sido secuestrado Camps? ¿Tiene el síndrome de Estocolmo? Un ex colaborador del presidente aleja estas sospechas con contundencia: "Michavila es un reflejo de Camps". "No hay que olvidar que Camps es un hombre que ha pertenecido siempre al aparato", explica otro, "y estas actitudes están en los procesos de manual de cualquier aparato". Hay una imagen demoledora a la que recurren varias personas consultadas para ilustrar el proceso que ha llevado a Camps hacia la cueva de Platón, en la que sólo se reflejaban los objetos que pasaban por delante de la hoguera. Cuando el Valencia ganó la Liga en 2002, con Zaplana en el poder, y el equipo visitó el Palau de la Generalitat, "parecía que era el 9 d'Octubre". Sin embargo, cuando se repitió la gesta en 2004, con Camps en la presidencia, "el Palau estaba solitario".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_