Trabajar con material humano
Dos profesores muestran la cotidianidad de un trabajo tan gratificante como difícil con motivo del día internacional del docente
Muchas personas tienen enormes dificultades para hablar en público, aunque sea ante un grupo reducido de gente. Hay profesionales que lo tienen que hacer todos los días, y hacerlo ante personas que se están formando, no sólo en una materia concreta, sino también en su forma de comportarse, de relacionarse con los demás, de ver el mundo. Y eso desgasta. "Claro que desgasta. Yo trabajo con personas, con material humano. Evidentemente, no se puede ir a fichar y a ver pasar las horas", dice Marisa Gismero (41 años), profesora de Educación Física en el instituto público Madrid Sur, en el barrio de Vallecas.
El pasado jueves se celebró el Día Mundial del Docente. Un homenaje a estos profesionales que, en España, se han visto obligados en las últimas décadas a adaptarse a varias leyes educativas, a un aumento de la edad de escolarización de los 14 a los 16 años, y a cambios sociológicos como la llegada masiva de inmigración. En sus últimos 11 años como profesora, Marisa Gismero ha afrontado estos cambios con el añadido de ser titular de una asignatura considerada como maría: "Con los problemas de obesidad y sedentarismo que sufren hoy día los niños y adolescentes, la Educación Física es más importante que nunca", reivindica. Además, se queja de que muchas veces los profesores, por falta de medios, tienen que salirle al paso a los problemas con imaginación. "Ahora tengo en clase a dos niñas chinas que acaban de llegar a España y no tienen ni idea de español. ¿Qué cómo lo hago? Con mímica". En el centro de Gismero, hay multitud de chavales asiáticos, suramericanos y de Europa del Este.
Muchos profesores creen que la escuela debe ayudar a los chicos con más dificultades
Las dificultades, sobre todo la enorme diversidad del alumnado, extranjero y español, los conflictos, las faltas de respeto están ahí, pero también las "satisfacciones". Son las propias relaciones con los alumnos las que crean los conflictos y las que dan la vida a estos trabajadores que necesitan "enormes dosis de ilusión y de vocación para hacerlo medio bien, y es cierto que hay muchos profesores quemados, también entre los más jóvenes", asegura Maxi de Diego (44 años), docente de Lengua y Literatura desde hace 19 años. Ahora trabaja en un instituto del barrio madrileño de San Blas y, como los últimos siete cursos, da la mayoría de sus clases a alumnos de diversificación curricular, un programa para escolares de 3º y 4º de ESO con más dificultades, que estudian en clases reducidas contenidos adaptados. "Son chicos muy agradecidos, que quieren estudiar, pero que con el sistema ordinario no avanzan", explica.
Lo suyo es vocación, tal vez causada por un profesor de Literatura que tuvo como estudiante en el instituto Carlos III, el mismo en el que él trabaja ahora. Cuando comenzó a ejercer como docente abandonó un empleo de administrativo, y entonces, asegura, perdió dinero.
Iba buscando unas relaciones humanas, una satisfacción de enseñar y ser enseñado por los alumnos que encontró y sigue encontrando, aunque admite que las cosas han cambiado mucho en los últimos años. "La escolarización obligatoria hasta los 16 años trajo a los institutos a un gran número de chicos y chicas que no tenían ningún interés por estudiar. Muchas veces los profesores nos desesperamos porque tenemos que dejar de lado nuestra materia para dedicarnos a cuestiones de convivencia, de orden. Creo que el sistema atiende bien a los chicos con dificultades de aprendizaje, pero a la Administración le queda mucho por hacer por los que tienen problemas emocionales o de conducta. Lo que está claro es que la escuela tiene el deber de ayudarles, de ofrecerles ese mundo aparte de civilización y cultura, aunque eso nos desgaste".
Y de tal manera desgasta que tanto Maxi como Marisa se han planteado en alguna ocasión dejar la enseñanza. Pero luego llegan los buenos momentos. Para Maxi de Diego han sido las obras teatrales que ha preparado en actividades extraescolares, al ver cómo "el teatro ha enganchado en el sistema a chavales con muchos problemas", dice.
Más de 600.000 docentes de infantil, primaria, secundaria, educación especial, FP..., y otros 90.000 profesores universitarios, dan clase en España. Algunos lo hacen con menos ganas, pero otros muchos con enorme ilusión por mejorar. Por ejemplo, los del colegio público Miralvalle de Plasencia (Cáceres), que recibieron el jueves, de manos de la reina doña Sofía, el premio de Acción Magistral convocado por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), la Unesco y el BBVA.
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