Por el principio
Los griegos llamaban teólogos a los poetas que, como Homero, compusieron teogonías, explicaciones mitológicas de los orígenes de la humanidad. Por eso la teología es un lenguaje sin fin: un logos sobre theos en el que el pensador, como el poeta, se ve obligado, cada día, a volver a empezar por el principio. Lo dice mejor Karl Barth, protestante, uno de los grandes teólogos del siglo XX: "El trabajo teológico se distingue de los otros porque aquel que quiere realizarlo no puede llegar a él descansado, desde unas cuestiones ya solucionadas, desde unos resultados ya seguros". Esta posición hizo de la teología la emperatriz de las ciencias; y la contraria -el creer que todo está dicho- produjo la arterioesclerosis y el largo apagón en que se sumió la Iglesia romana durante siglos, hasta el Vaticano II, el gran concilio de los teólogos.
NUEVO DICCIONARIO TEOLÓGICO
Juan José Tamayo (director)
Trotta. Madrid, 2006
989 páginas. 65 euros
En manos de, por ejemplo,
Juan de la Cruz o Teresa de Ávila, el lenguaje hace presente a quien sentimos ausente: "La soledad sonora", "la melodía silenciosa". En manos de los grandes teólogos del siglo pasado, la teología volvió a ser tema de conversación común. "Si lo conoces, no es Dios", proclamó san Agustín en su idea de la teología negativa, para negar que se pueda conocer a Dios. ¡Cuánto desánimo!
No es el caso de este nuevo diccionario de teología. Subrayo lo de nuevo. En 1993, Trotta publicó la obra colectiva Conceptos fundamentales del cristianismo, dirigida por Casiano Floristán y Juan José Tamayo. Tuvo gran acogida y, agotada, los autores y la editorial pensaron en reeditarla o en redactar una nueva. Optaron por la segunda idea, en prueba de lo ya apuntado en boca de Karl Barth: la creatividad teológica. La de ahora, además, es una obra de estudio y consulta duradera, no coyuntural. Sólo ha conservado de la edición de 1993 algunos conceptos, si bien reelaborados: cuatro de Jon Sobrino y uno de Ignacio Ellacuría, el gran jesuita mártir en El Salvador. El resto de los autores, 60 teólogos y teólogas españoles y latinoamericanos, hablan alto de la mayoría de edad que vive ahora la teología en castellano, una espléndida edad de oro tras lo que Tamayo, el infatigable animador de este empeño, llama "el largo sueño dogmático en que estuvo sumida durante tantos siglos".
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