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La Abadía indaga en la obra de Harold Pinter

El portero, pieza con la que el último Premio Nobel Harold Pinter se dio a conocer internacionalmente, es prácticamente desconocida en los escenarios españoles, como gran parte de la obra de este magistral autor al que el público español tendría que descubrir en profundidad.

Para paliar la carencia, más grave en la cartelera madrileña que en la barcelonesa que se adentra de vez en cuando en el universo pinteriano, el Teatro de La Abadía estrena mañana su primera producción de la temporada (en colaboración con Bitó Producciones), El portero, con una puesta en escena que de Carles Alfaro, director habitual de este teatro. "Ignoro por qué hay miedo a montar a Pinter, hay que desmitificar esa creencia que puede que tenga algo de cierto si le lee, pero no hay que olvidar que son textos para ser escenificados que ha escrito un hombre que pertenece al teatro y que escribe como lo haría un actor", señaló ayer Alfaro. El portero estará en cartel del 5 de octubre al 12 de noviembre y cuenta con un reparto formado por Ernesto Arias, Enric Benavent y Luis Bermejo, dirigidos por Carles Alfaro, un gran conocedor de la obra de Pinter y que regresa a La Abadía después de montar la pasada temporada La controversia de Valladolid.

El portero se puso en escena en España por primera vez en enero de 1962, en sendas producciones en el Teatro María Guerrero de Madrid y en el Teatro Calderón de Barcelona, y no volvió a representarse hasta 1987, en Avilés, según informa EFE.

Pinter, que cumplirá este mes 76 años estrenando como actor en Londres La última cinta de Krapp, de Samuel Beckett, escribió El portero en los años sesenta, cuando, acosado por los problemas económicos y ya con un hijo de 18 meses, vivía en un apartamento de alquiler en la capital británica. Pinter se inspiró en una escena real que él vivió para escribir la obra en la que narra las vicisitudes que pasan dos hermanos después de que un vagabundo callejero termine conviviendo con ellos.

"No es teatro del absurdo, aunque pueda parecerlo en el primer acto, sino que Pinter consigue extraer lo insólito de lo cotidiano, utilizando, como buen inglés, un lenguaje afilado, donde las verdades están en los personajes, sin moralina ninguna, y en él hay sentido del humor, pero la risa desaparece antes de que acabe la función", señaló Alfaro.

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