Una comunidad aislada
La corriente religiosa de los amish, surgida de los enfrentamientos de la Reforma, desciende de los anabaptistas europeos del siglo XVI. Fue fundada por el suizo Jacob Amman. Los amish se repartieron por diferentes lugares de Europa, pero a partir del siglo XVII la hostilidad que despertaron -por razones religiosas y porque se negaban a hacer el servicio militar- les llevó a emigrar a EE UU. Se concentraron primero en Pensilvania, pero luego se extendieron por las zonas rurales de otros Estados como Ohio e Indiana.
Se calcula que hay unos 200.000 entre EE UU y Canadá. Aunque hay diversos grupos, casi todos viven con normas propias, en sus granjas, apartados de la organización social. No hacen el servicio militar ni están incluidos en la seguridad social; visten con ropas inspiradas en las de sus antepasados, rechazan el uso de tecnologías modernas, desde el teléfono hasta los automóviles o los tractores, y es fácil observarles, sobre todo en el condado de Lancaster, en Pensilvania, utilizando el arado y desplazándose en carricoches tirados por caballos. La película Único testigo, con Harrison Ford, recreó estos escenarios.
Los amish evitan en lo posible el contacto con extraños y aún usan un dialecto derivado del holandés y el alemán llamado deitsch, pero algunos grupos de amish han suavizado las reglas y usan electricidad o conducen, además de aceptar los ingresos producidos por los numerosos turistas que acuden a verles. Muchos otros, sobre todo los descendientes de emigrados en el siglo XIX, que eran menos estrictos, se han fundido en la población estadounidense.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.