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DIETARIO VOLUBLE
Columna
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El éxito

1. En el blog El Diario Tigrés buscan músicos que, como aquel personaje de un relato de Melville, "prefirieron no hacerlo", es decir, que compusieron sus primeras obras y de repente misteriosamente se retiraron y no publicaron nada más. Proponen de entrada a Jeff Buckley, cantante estadounidense que sacó su primer y único álbum, Grace, en 1994, un disco que inmediatamente obtuvo el fervor del público, de críticos y músicos.

La legendaria desaparición de Buckley se produjo en extrañas circunstancias y ha quedado mitificada por sus seguidores. El 29 de mayo de 1997, cuando aún no había rebasado los 30 años de edad, fue con un amigo al río Wolf, en Tennesee, y allí estuvieron un rato escuchando a Led Zeppelín. De pronto, Buckley se incorporó y se metió totalmente vestido en el agua y desapareció, y su cuerpo no fue encontrado hasta cinco días después. Nunca se sabrá si fue un suicidio.

He visto y escuchado el vídeo de Grace y la verdad es que Buckley era un elegante y misterioso músico, con una voz que abarcaba hasta tres octavas, algo bastante insólito para un cantante de música pop. También he escuchado su versión de Hallelujah de Leonard Cohen y supera a éste con creces. Pero quizá lo más fascinante de todo fue esa trayectoria que siguió tras su primer disco de éxito. Los deseos de preservar la integridad creativa frente a las exigencias de la industria le llevaron a una situación difícil y pasó más de dos años de gira por todo el mundo en una especie de huida general de todo. Esos dos años de fuga en los que intentó mantener su independencia de la casa discográfica constituyen por sí solos una apasionante historia, que daría mucho juego en una novela o en una película. Como justificación a tan misteriosa gira, Buckley publicó una nota en Internet para lamentarse de haber perdido el anonimato del que disfrutaba cuando tocaba en pequeños locales y cafés, un cálido entorno que era donde él investigaba y aprendía a ir musicalmente mejorando cada día: "Había trabajado muy duro para conseguir ese entorno donde trabajar y donde arriesgar para seguir aprendiendo. Lo amaba y, ahora que lo he perdido, lo echo de menos. Lo único que estoy haciendo es reclamarlo".

Extraño destino. El río Wolf le devolvió ese anonimato perdido al tiempo que, paradójicamente, le convirtió en leyenda. Creo ver el título de la película: El río Wolf. La banda sonora podría ser de Buckley y de Radiohead, cuyo cantante, por cierto, parece un discípulo de Buckley.

2. El posible suicidio del cantante de Grace me recuerda un episodio de la relación entre Kafka y su amigo Max Brod. Me resulta fácil imaginarlos a las orillas del río Wolf, pero no lo haré y me limitaré sólo a hechos reales. Cuando Kafka pasó unos meses en Zürau, su amigo Brod -que como dice Calasso conseguía darle un toque kitsch a cualquier cosa- describió esa estancia de Kafka como un "sustraerse al mundo en la pureza" y le parecía que había sido una empresa "exitosa y admirable" el hecho de que su amigo se hubiera refugiado en Zürau. Comenta Calasso que es difícil pensar dos adjetivos que pudieran ser más chocantes para Kafka. Y uno piensa que para Buckley exitoso y admirable debían de ser también dos adjetivos horrendos. En fin. Kafka le respondió a Brod con una carta minuciosamente argumentada en la que le explicaba que la única conclusión sensata a la que habría llegado en su vida era "no el suicidio, sino el pensamiento del suicidio". Si no había ido más lejos en esa dirección se debía a una ulterior reflexión: "Tú que no consigues hacer nada, ¿quieres hacer precisamente esto?".

3. "Transformarse en buey no es todavía suicidarse" (Lichtenberg).

4."La celebridad tiene la ventaja de que eres conocido por los que no te conocen", decía el célebre Chamfort. Mientras pienso en esto, voy caminando por la avenida de Andy Warhol de una ciudad desconocida y en el sueño me acuerdo de pronto de un amigo que siempre decía que había tenido siempre tan poca suerte en la vida que estaba seguro de que, si un día se convertía en alguien célebre, nadie se enteraría.

5. Junto al exitoso "morir de éxito" de Felipe González, otro de los conceptos de triunfo que más han arraigado entre nosotros va asociado a la tópica idea hollywoodiana de grandes colas a la entrada de un cine en el que ha sido inscrito, con luces de neón, el nombre de la gran estrella. Seguramente eso explica que todavía se afirme que un escritor tiene éxito si, a la hora de firmar, éste consigue colas que dan la vuelta a la esquina. Son las últimas secuelas de esa demodé idea del éxito, porque esa clase de triunfo hollywoodiano tiene algo ya de anticuado, aunque también un fondo noble, pues no hay que olvidar que viene respaldado por lámparas fluorescentes, rellenas con gases tan nobles como el clásico neón. Pero es un tipo de triunfo tan arcaico como ese que empieza a parecernos también tan anticuado y que todavía relacionamos con la imagen de alguien que alcanza el éxito al ser escuchado en la ONU. El presidente Laporta (alias Unicef) y el presidente venezolano Chávez (alias Chomsky) serían dos recientes casos de personas que caen todavía en ese trasnochado equívoco, cuyo origen procede seguramente de los años de Kennedy (del que el último peldaño sería Laporta) y de Frank Sinatra (del que Chávez es por ahora el último y más sonoro eslabón). Y es que no sé, muchas veces me digo que el auténtico éxito va ya por otro lado. Que hoy el verdadero secreto del triunfo consiste en que tu éxito moleste al máximo número posible de personas, por ejemplo.

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