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El problema que más enoja a la población

El Gobierno de Hu Jintao ha hecho de la lucha contra la corrupción uno de los objetivos de su mandato, de carácter más populista que el de su predecesor. Los actuales dirigentes -que asumieron el poder enarbolando el estandarte de la defensa de los pobres y los campesinos- saben que es uno de los problemas que más enojan a la población, y que es fuente potencial de disturbios y protestas. Entre los ciudadanos, es generalizada la opinión de que una de las formas de hacerse rico en China es ser funcionario, con un buen puesto, que permita beneficiarse de la connivencia con los empresarios y los consiguientes sobornos.

El mal llega incluso a los hospitales, donde los pacientes, además de tener que hacer frente al coste de los tratamientos, tienen en ocasiones que entregar sobres bajo la mesa a los médicos para ser atendidos de forma adecuada. Algo que también ocurre en los juzgados.

En junio pasado, Liu Zhihua, vicealcalde de Pekín, bajo cuya responsabilidad estaban las obras de los Juegos Olímpicos de 2008, fue destituido por el mismo motivo.

La corrupción está extendida en el sector financiero. Los directivos de varios de los mayores bancos han protagonizado estruendosos casos de desfalco y fraude en los últimos años. En agosto del año pasado, el director de la filial del Banco de China en Hong Kong, Liu Jinbao, fue condenado a muerte, con suspensión de sentencia, por corrupción, y Zhang Enzhao, ex presidente del Banco de la Construcción, también fue investigado.

Otros dirigentes, sin embargo, no logran eludir la pena de muerte. En septiembre de 2000, Chen Kejie, ex vicepresidente de la Asamblea Popular Nacional, fue ejecutado por soborno, convirtiéndose en el más alto funcionario ajusticiado en China desde la fundación de la República Popular en 1949.

Pekín aseguró el sábado pasado que reforzará las auditorías en los bancos y otras empresas financieras, y aplicará duras penas a quienes sean encontrados culpables de haber cometido ilegalidades.

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