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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Conducta temeraria

El enfrentamiento entre los rectores de las universidades valencianas y el presidente de la Generalidad era inevitable. Desde que se conoció la intención de Francisco Camps de crear una universidad internacional, comenzó un conflicto que ha permanecido larvado durante varios meses. Los rectores -las universidades que ellos representan- no acababan de entender la necesidad del Consell de crear una nueva. Las titulaciones que la institución ofrecería ya se impartían, casi todas ellas, por las actuales universidades. Alarmaba a los rectores, sobre todo, que su gestión fuera privada mientras se preveía sufragarla con dinero público. El anuncio se producía, además, en un momento en que las dificultades económicas de la Generalidad afectaban a la financiación de las universidades públicas, creándoles dificultades.

Los valencianos tenemos experiencia sobrada para saber qué supone el anuncio de un nuevo proyecto del Gobierno. Por eso, la primera pregunta que nos hacemos es cuánto habrá de costarnos, es decir, qué gasto supondrá para las arcas públicas. Tememos que las cifras finales sean astronómicas y la rentabilidad del plan difusa. No es que seamos especialmente desconfiados: nos limitamos a recordar lo sucedido hasta ahora. En la empresa privada, cuando se pretende desarrollar un nuevo negocio, lo primero es averiguar si éste tendrá posibilidades de éxito, y para ello se realizan diversos estudios. Un empresario que se empeñara en trabajar exclusivamente con su intuición, no llegaría muy lejos. Podría atinar alguna vez -del mismo modo que hay gente a la que le toca lotería-, pero este empresario no merecería ser considerado un hombre serio.

A las únicas personas que no hemos visto ponderar una idea antes de ponerla en práctica son a los gobernantes del Partido Popular en la Comunidad Valenciana. Cuando estas personas han tenido un presentimiento y han creído que por ese camino podrían obtener algún beneficio, se han puesto de inmediato manos a la obra. Lo han hecho con una alegría y una irresponsabilidad realmente impresionantes. El asunto se ha hilvanado de un día para otro, con dos puntadas, sin atender los pasos mínimos y elementales que se enseñan en cualquier escuela de negocios. Y las cosas han sucedido como era natural que sucediesen, mientras los autores del desaguisado pretendían convencernos de que todo funcionaba de maravilla.

En el mundo de los negocios, cuando uno se lanza a obrar sin haber meditado previamente, lo normal es darse un batacazo. Es lo que ha ocurrido con las distintas empresas que ha ido montando la Generalidad. Lo acontecido con Infoville, Terra Mítica, la Ciudad de las Artes, Ciegsa, la Bienal de Valencia o, ahora mismo, con el tranvía que se instala en Alicante, ha tenido la misma improvisada gestación. Si el esfuerzo realizado por los sucesivos consejeros para convencernos de que las cosas marchaban de la mejor manera posible, los hubieran dedicado a planificar el trabajo que tenían entre manos, nos hubiéramos ahorrado muchísimo dinero.

Todo cuanto acabamos de decir puede aplicarse punto por punto a la nueva universidad internacional que se pretende crear. Más allá de la retórica de la propaganda -referentes, primer plano, admiración, etcétera-, aún no sé ha explicado el objetivo del proyecto ni, mucho menos, se ha justificado su necesidad. No se ha aclarado, en suma, nada. Sólo se nos ha pedido que tengamos fe. En un momento en que acabamos de conocer que la deuda de la Comunidad Valenciana continúa avanzando, es comprensible que los rectores anden escasos de fe y se muestren preocupados.

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