_
_
_
_
Reportaje:Una ciudad mestiza

Trotamundos por primera vez

Una mujer que nunca ha salido de España 'viaja' con un redactor y cuenta sus impresiones

Lo más lejos que ha viajado ha sido a Mallorca, para su luna de miel. Juliana Carramolinos Panadero, de 63 años, se asoma al mundo desde la ventana de su televisión. Trabaja como cocinera en el hospital La Paz y nunca ha salido de España. La idea de dar la vuelta al mundo sin dejar Madrid le altera el biorritmo. "¿Tardaremos mucho?", pregunta mirando al menor de sus dos hijos. "Voy a dejarles la comida hecha", sentencia.

Al día siguiente nos encontramos en la Puerta del Sol. Comenzamos el recorrido en los baños árabes de Medina Mayrit, en la plaza de Benavente. Juliana, ya con bañador, desciende a las piscinas del sótano. Los tragaluces y las paredes ocres la hipnotizan. "Es como si este lugar no existiese", susurra desde el agua mientras observa una inscripción en árabe. "Siempre hablan mal de los árabes. Yo creo que no los conocemos", agrega.

Después del baño saltamos a la India, en Lavapiés. Allí se abren las puertas de una abigarrada tienda: Ropa Hindú. "Mi hijo Rubén estuvo en la India como cooperante. Volvió muy flaco y con dolor de tripa", comenta Juliana con desconfianza. Su imagen de la India está salpicada por los insectos y calles anegadas que fotografió su hijo. "¡Están hechos a mano!", exclama al examinar unos collares. "¡Esto sí que es un trabajo de chinos!".

Más adelante, un escaparate con figuras africanas le cautiva: "Cuando veo a los pobrecillos que vienen pensando que esto es el paraíso, me da no sé qué... Pero siguen viniendo". Juliana llegó a Madrid hace 35 años tras dejar su pueblo, Campo de Criptana (Ciudad Real). "Trabajábamos de sol a sol, sin guantes, los dedos morados. Venir a Madrid era como viajar a otro país".

Siguiente parada: Latinoamérica. Para cruzar el charco tomamos el metro hasta San Bernardo. Un nuevo sabor espera a Juliana detrás de la colorida fachada de la tienda Nativo. Ella explora los estantes repletos de dulces, granos y salsas que deletrea como si fueran sus primeras palabras: guayaba, achiote, choclo, mango... "¡Pero si tienen qué comer! Yo pensaba que los pobrecillos no tenían", señala mientras el encargado le acerca un batido de maracuyá. "Es afrodisiaco", le explica. "A mi edad eso ya no sirve", sonríe Juliana, y después de beberlo, pregunta: "¿Y cómo dices que se llama?".

De camino a la plaza de España, parada en una agencia de viajes. "Yo les digo a mis hijos que viajen, que cuanto más conozcan, mejor. Si fuera más joven, viajaría. Empezaría por lo más cercano y luego iría más y más lejos", dice. Su esposo murió hace año y medio; tenían planeado viajar a París. "Me he quedado un poco sola", confiesa ante un póster de Machu Picchu.

"¿Cómo me imagino China? Pues con muchos chinos". Juliana intenta adivinar los ideogramas de los comercios chinos que hay bajo la plaza de España. "Con una letra dicen más que nosotros", señala. En la tienda de alimentación respira aliviada cuando ve unos nidos de pasta: "¡Pero si son los que utiliza Arguiñano en la tele!". De repente, su nariz se contrae. Del bar de al lado llega un pegajoso olor a soja y verduras rehogadas. Juliana entra. Los comensales chinos la miran de reojo mientras ella analiza la carta. Su nariz no para de moverse. La dependienta, cargada de platos de tallarines, le pregunta qué va a pedir. Ella, sin titubear, responde: "Una botella de agua". Una vez fuera, explica: "Prefiero las lentejas y los garbanzos de toda la vida".

La viajera mira su reloj con preocupación. "¡Por Dios, son las dos de la tarde! Tengo que ir a hacer la comida", exclama mientras acelera el paso hacia el metro. Su mundo la espera.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_