El extranjero universal
No es la primera vez que lo anuncia pero esta vez parece que va en serio: Un hombre sin patria es el nuevo y último libro del gran novelista y filósofo y cómico maestro del juicio final Kurt Vonnegut. Todo indica que este genial escritor norteamericano de casi 84 años -más allá de que su salud sea muy buena, que su cabeza continúe coronada por una frondosa cabellera con forma de hongo atómico, y que en más de una ocasión se haya referido a una larga novela en trámite con stand-up comedian de protagonista- ha decidido que es hora de despedirse y, de paso, dejar bien claro cuál es su mensaje al planeta.
En realidad Vonnegut -quien en su vida sobrevivió al bombardeo a Dresde durante la Segunda Guerra Mundial, acontecimiento inspirador de su Matadero-Cinco, y quien en su obra destruyó varias veces a nuestro mundo porque "ésa es una de las obligaciones de todo escritor"- viene despidiéndose desde hace rato. Saludando con la mano desde libros que no son ni cuentos ni novelas sino puertas por las que él, de tanto en tanto, sale para hablarle a su lector y explicarle dos o tres cosas. Y Vonnegut no pontifica desde un púlpito a sus enceguecidos adoradores en plan Michael Moore, sino que sonríe elegante entre bastidores prefiriendo señalar desde allí cuestiones que le producen cierta inquietud y que, por supuesto, no espera corregir ni que vayan a cambiar. De ahí que los títulos de Vonnegut inmediatamente anteriores a Un hombre sin patria sean atípicos manuales de autoayuda sin voluntad de corregirle la existencia a nadie. Son manuales de autoayuda porque, en ellos, Vonnegut se ayuda a sí mismo y, de paso, a los que ha venido ayudando con sus ficciones a lo largo de todo este tiempo.
UN HOMBRE SIN PATRIA
Kurt Vonnegut
Traducción de Daniel Cortés
Ediciones del Bronce
Barcelona, 2006
172 páginas. 19 euros
UN HOME SENSE PATRIA
Kurt Vonnegut
Traducción al catalán de Joán Solé
Columna. Barcelona, 2006
160 páginas. 19 euros
Un hombre sin patria -recopilación de sus virulentas y graciosas columnas en la revista In These Times, éxito de ventas en su país- tiene menos de 200 páginas y sus muy breves "capítulos" están separados por láminas en las que Vonnegut apunta eslóganes varios. En uno de ellos se lee: "Yo practico una religión desorganizada... Nos hacemos llamar 'Nuestra Señora del Perpetuo Asombro". Otro pregunta: "¿Creían que los árabes eran tontos? Ellos nos dieron los números. Intenten hacer una división larga con números romanos". Uno aconseja: "Nada impide que el Bien triunfe sobre el Mal, bastaría con que los ángeles se organizaran al estilo de la mafia". Otro advierte: "La más alta traición en los Estados Unidos es decir que a los estadounidenses no se les quiere. No importa dónde estén, no importa lo que estén haciendo allí". Y cerca del final: "Aquí terminan las buenas noticias acerca de todo. El sistema inmunitario de nuestro planeta intenta deshacerse de la gente".
Ver con un ojo noticieros y con el otro leer Un hombre sin patria no deja de ser una experiencia interesante. De hecho, no estaría mal que Vonnegut, leyendo en off de este inmenso librito, fuera responsable no de informar, pero sí de exponer desde su primerísima persona, los estropicios de este mundo cada vez más de tercera clase. Así, el gruñido de Vonnegut flotaría por encima de tanta estupidez y crueldad. Vonnegut planearía sobre los jardines de la Casa Blanca -muchas páginas de Un hombre sin patria, las más feroces, están dedicadas a sus actuales inquilinos- mientras en el Despacho Oval un hombre cuadrado cae de rodillas y le pide a Dios una nueva señal para invadir lo que sea, lo que vaya quedando.
Aquí, Vonnegut funciona como un profeta un tanto cansado de haber predicho todo lo que ocurrió y se ubica más cerca, por definición propia, de ese canario que baja a la mina de carbón que de un patriarca bíblico. Debe ser agotador haber tenido toda la razón durante tanto tiempo.
Un hombre sin patria cierra con un poema titulado Réquiem: "El crucificado planeta Tierra, / Debería encontrar una voz / Y sentido de la ironía / Para poder decirnos / Ahora que ya hemos abusado de él: / 'Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen' / La ironía sería / Que sí sabemos / Lo que hacemos / Cuando el último bicho viviente / Haya muerto por nuestra culpa / Qué poético sería / Si la Tierra pudiera decir / Con su voz alzándose / Tal vez / Desde el fondo del Gran Cañón / 'Se acabó' / A la gente no le gustaba estar aquí".
Amén.
El problema, claro, es que entonces, después, ni siquiera sabremos cómo poner en práctica eso de descansar en paz.
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