La guerra de los árboles
Un grupo de ecologistas paraliza las obras de la M-501 en protesta por una tala que la Comunidad niega
"Así es como están trasplantando las encinas", denunciaba ayer, con un metro en la mano, Santiago Martín Barajas, portavoz de Ecologistas en Acción, señalando un cepellón situado en uno de los márgenes de la M-501, más conocida como carretera de los pantanos. A su alrededor, otros seis ejemplares aparecían amputados. "¿Os acordáis de que decía Esperanza Aguirre que no se iba a cortar un solo árbol?", insistía. "Éste tiene unos 40 años", concluyó tras medir el diámetro. "Bueno, tenía...", aceptó la corrección de uno de los presentes.
La Consejería de Transportes comenzó a trabajar en la M-501 la semana pasada. El objetivo es trasplantar 3.300 árboles para dejar expedito el terreno en el que luego comenzarán las obras que convertirán el tramo entre Quijorna y Navas del Rey en autovía.
El Gobierno de Aguirre trasladará 3.300 ejemplares, pero asegura que lo hará sin cortarlos
Ecologistas en Acción se quejaba ayer de que no hay tal trasplante, sino que es un "nuevo destrozo" ambiental del Gobierno de Esperanza Aguirre. También denuncian que ni siquiera se están respetando las condiciones del Plan de Integración Ambiental, "propuesto por el Gobierno regional como algo novedoso y que reduciría al máximo los impactos de la obra". Según los ecologistas, el plan impone la obligación de trasplantar "la totalidad de las encinas afectadas, y hacerlo en invierno". Pero, denuncian, se ha hecho en verano.
Sin embargo, desde la consejería niegan tajantemente que se haya talado en la zona. "Nosotros no hemos cortado un árbol", insistió una portavoz de Transportes. "Sí se han cortado arbustos para permitir los trabajos y se ha hecho lo que se denomina resalvar la encina, que es podarla para permitir su posterior plantación", recalcó. Según esta portavoz, desde que el pasado jueves comenzaron los trabajos en la zona sólo han sido trasplantados seis ejemplares.
"Son los ingenieros de la Escuela de Montes los que nos indican cuáles son los que han de trasplantarse, es un actor externo", zanjó. También esta escuela, agrega, recomendó comenzar los trabajos antes del invierno ante la situación calamitosa que presentaban las encinas de la zona. Transportes se queja de que, por las noches, les destrozan las marcas topográficas y apedrean las máquinas.
Este cruce de opiniones que se produjo ayer entre los ecologistas y la Comunidad no es nuevo. Sólo es el último capítulo de su particular guerra de árboles, cuyas raíces proceden de hace dos legislaturas, cuando aún era presidente Alberto Ruiz-Gallardón y el entonces consejero de Obras Públicas, Luis Eduardo Cortés, decidió convertir en autovía un nuevo tramo de la carretera de los pantanos, con el apoyo de los alcaldes del suroeste.
Entretanto, llegó la oposición de los ecologistas, y Gallardón pidió una resolución del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que en julio de 2000 dictaminó que "la zona afectada puede ser considerada como la más importante de bosque mediterráneo de la Comunidad de Madrid, tanto por su extensión como por su diversidad y el número de especies". El CSIC recordaba, además, que en la zona vive "la única población de lince ibérico" de la región, y el águila imperial.
A su llegada al poder en 2003, Esperanza Aguirre recuperó el proyecto ante la presión de los alcaldes de la zona. Así fue como la presidenta decidió declarar de interés público la transformación en autovía de la M-501. Lo hizo con una resolución del Consejo de Gobierno que alegaba la intención de agilizar los trámites, y eso le permitió obviar la obligación de hacer declaración de impacto ambiental.
Los ecologistas no se lo han perdonado y, en cuanto han podido, han tratado de boicotear primero el proyecto y, después, las obras. Lo han denunciado ante el Tribunal Superior de Justicia y ante la Unión Europea. Ayer lo hicieron por la vía del espectáculo. Las organizaciones Ecologistas en Acción y Sierra Oeste Desarrollo SOStenible convocaron a 16 de sus miembros y acudieron por la tarde a la zona de las obras. Encontraron una excavadora trabajando en lo que será un subterráneo que, por debajo de la M-501, dará paso a la Cañada Real Segoviana.
"Vamos a hacer un acto simbólico de encadenarnos a la máquina, así que pare un segundo", le dijo uno de ellos al operario que manejaba la excavadora. "No queremos problemas", agregó el ecologista. Pero el obrero ya estaba ducho en protestas. "¡Ya me pasó esto en la M-30!", gritaba el hombre visiblemente nervioso. "Fuisteis vosotros también y luego no me pagaron las horas", se quejaba.
Con un gesto de impotencia, el operario dirigió la pala de la máquina hacia la zona más alta, y allí la dejó parada. En ese momento, unos seis ecologistas se abalanzaron sobre ella y se ataron con cadenas a sus flancos.
A ambos lados de la excavadora, el resto desplegó pancartas con lemas como "No a la M-501. Basta de especulación" o "Zabía [por el consejero de Medio Ambiente], el señor de los ladrillos". No duró mucho la cosa -apenas tres cuartos de hora-, porque llegó la Guardia Civil y, tras pedir la documentación a los encadenados, ordenó que despejaran la zona.
"Es una protesta simbólica para llamar la atención sobre los problemas que va a causar la actuación de mayor daño ambiental en la región", dijo Martín Barajas. Después, en ordenada fila, los ecologistas regresaron a sus coches.
En el cielo, un águila imperial daba vueltas.
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