Insulto a la profesionalidad
Mi primer contrato en Radio Nacional de España fue en el año 1976; aún no había acabado mi carrera de Periodismo. Tenía 22 años; ahora tengo 52. En 1980 conseguí la fijeza por Concurso Oposición Libre. Durante todo este tiempo he tenido la suerte de prosperar en mi carrera radiofónica y dirigir varios diarios hablados, programas, ser corresponsal en Roma y servir a lo que siempre creí: la radiotelevisión pública.
Para ello, yo, como otros muchos profesionales, hemos tenido que soportar los vaivenes de una radio y televisión sometida siempre a los vapuleos políticos y venciendo la dificultad de hacer una información honesta, a pesar de la utilización muchas veces vergonzosa que han pretendido los Gobiernos de turno de uno y otro signo.
Cuando el señor Zapatero anunció que iban a ser los profesionales de la RTVE pública quienes decidieran los contenidos, y la señora Caffarel nos aseguró que se iba a trabajar por un servicio público independiente e imparcial, muchos lo celebramos. Pero ahora vemos que la verdadera filosofía de quienes han impulsado y consumado este "saneamiento" salvaje lo han hecho porque ya han renunciado a manejar un instrumento que con el paso de los años han convertido en un monstruo ingobernable.
A quienes retiraron las subvenciones a Radiotelevisión Española, a quienes han hecho de los telediarios e informativos de radio un apéndice ministerial, a quienes han abandonado la pugna de los derechos de transmisión, a quienes han cultivado el amiguismo por encima de la profesionalidad, a quienes han pasado por las poltronas para el impulso de sus propias carreras político-periodísticas, a todos esos que durante decenios han hecho dejación de su obligación de administrar eficazmente un servicio público, a ésos no les pasará nada. Pero a miles de trabajadores honestos y leales se nos manda a casa como único pago a tantos años de dedicación y profesión. Se nos roba el último tercio de nuestra carrera, sin piedad y sin dar explicaciones.
El acuerdo ratificado por una mayoría de trabajadores desmotivados y sin perspectivas, consagra el desmantelamiento de la radiotelevisión pública, al que los sindicatos se han resignado a cambio de unos cientos de contratos a jóvenes profesionales, tan necesarios en la plantilla, pero que engrosarán las filas de mileuristas y de paso permitirán el mantenimiento de la representación sindical.
Los actuales responsables de RTVE han suscrito una reconversión brutal y a destiempo de una empresa con peso en la sociedad española desde hace 50 años. Ineficaz en buena medida, y desproporcionada, pero por el abuso político sin escrúpulos que se ha hecho de ella. Había que abordar la reforma, pero no de esta manera, con una operación quirúrgica de urgencia, hoy por hoy de muy dudosa eficacia. Han logrado aligerar la plantilla, pero en el camino se dejan muchos cadáveres profesionales.
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