Diada de vísperas
La de ayer fue la última Diada con Pasqual Maragall de presidente y, como era de esperar, quiso despedirse con un toque personal. Con el proceso de paz del País Vasco y el nuevo Estatuto catalán como referentes, en el escenario de la Ciutadella se escucharon palabras en catalán, euskera y castellano, y se turnaron artistas minimalistas e iconoclastas, experimentales y clásicos, todo muy en línea con el estilo barroco y ecléctico de Maragall y en síntonía con un panorama político sembrado, en estas vísperas electorales, de más incertidumbres que certezas.
Para hacer menos incierto ese futuro, y reducir riesgos, los socialistas catalanes, ahora ya dirigidos en todos los frentes por José Montilla, han perfilado los puestos clave de sus listas electorales: la presencia destacada del consejero de Economía, Antoni Castells, y del hermano del presidente -y secretario del Gobierno catalán-, Ernest Maragall, busca seguramente tranquilizar al sector más catalanista de su electorado y, de manera más inmediata, poner fin al goteo de enfrentamientos entre la dirección del PSC y el entorno del presidente de la Generalitat, que ha incluido la baja como militante de su esposa, Diana Garrigosa. El aparato del PSC trata de poner en orden la casa antes de que comience la tempestad electoral y de demostrar que, ahora que tiene en sus manos todos los resortes políticos, está dispuesto a ser generoso con los sectores críticos.
En la otra gran casa de la política catalana, CiU espera capitalizar errores y vaivenes del tripartito con la bandera del catalanismo tranquilo. Material no les falta. Pero además, los nacionalistas quieren jugar a fondo en cuestiones tan delicadas como la de la inmigración, con propuestas tan singulares y valoradas por el electorado nacionalista como cursos de lengua y cultura catalanas para los trabajadores extracomunitarios: un requisito que no se exigirá a los inmigrantes que procedan del culto y civilizado norte, por extracomunitarios que sean. Junto a estos elementos de corte populista, CiU ha aderezado más que nunca su programa con buenas dosis de liberalismo y ha dado cabida a viejas reivindicaciones como el cheque escolar o el cheque sanitario.
Así, la Diada de la despedida de Maragall fue a la vez el prólogo del relevo generacional y programático, y también de estilo, que parece va a marcar una campaña electoral presidida por la incertidumbre.
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