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MIRADOR
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El gran cuadro

El gran cuadro del siglo XX es el Guernica, y Gran Cuadro se llamó la operación delicada a la que fue sometido para que viniera a España, cuyo Gobierno legítimo, el republicano, se lo comisionó a Pablo Picasso en 1937. Restaurada la democracia, el Gobierno de la Monarquía culminó unas dificilísimas gestiones, llevadas a cabo sobre todo por Javier Tusell, entonces director general de Bellas Artes, y ese símbolo de la peor tragedia española terminó en el Museo del Prado, como quería Picasso. Ahora se cumplen 25 años del traslado, y la obra se vuelve a mirar como una metáfora de lo que ocurrió y como un símbolo de lo que pasa ahora en muchos lugares del mundo. La indefensión de la población civil, amenazada por las armas de ejércitos regulares y de terroristas, hace que las imágenes que plasmó Picasso no se refieran tan sólo a lo que en la guerra civil sufrieron Guernica y otras poblaciones.

El Guernica tiene que ver con un estado de terror que contradice los logros de las civilizaciones modernas. A esos terrores hay que unir las nuevas enfermedades devastadoras o el hambre, la evidencia de que, según en qué contextos, la vida vale poco o no vale nada. No es el Guernica, pues, únicamente el gran cuadro español; durante años fue el emblema de una lucha y de una esperanza de paz, y estuvo colgado en todas las casas de los españoles que ansiaban que el final del franquismo -ahora parece que añorado por los que se afanan con todos los medios a su disposición para contribuir a disculparlo- fuera también el inicio de una paz en libertad; ahora ese cuadro es también el gran cuadro de un mundo que sufre las bombas que fabrican los que miran para otro lado.

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