Elecciones en México

Amartya Sen afirma que un país se puede calificar en desarrollo cuando puedes asegurar algo sobre su situación política e inmediatamente aseverar lo contrario. En México, por ejemplo, tenemos un sistema electoral ejemplar, superior al de muchos países desarrollados como Estados Unidos. Nuestra ley cuenta con candados para que el poder económico no guíe las preferencias electorales. Sin embargo, nuestros jueces parecen poco imparciales y severos cuando estas leyes son violadas por el grupo en el poder. Recientemente, nuestro tribunal electoral, órgano supremo y ejemplar que califica las elecciones en nuestro país, consideró insignificantes violaciones hechas por los empresarios mexicanos y el presidente de la República en la que favorecieron de manera ilegal al candidato de la derecha para la elección presidencial.

Probablemente, si el resultado de la elección no hubiera sido tan cerrado, el Tribunal Electoral habría estado en lo correcto en considerar estas violaciones insignificantes. Sin embargo, conscientes de que la diferencia entre el candidato de la izquierda y de la derecha era menor al del margen de error para considerar una diferencia estadística significativa entre un candidato y otro, anular la elección presidencial mexicana habría sido lo correcto para consolidar nuestra democracia. El día de la decisión del tribunal electoral pasará a la historia de México como un día de tristeza nacional; otro día en que la posibilidad que teníamos de madurar como una democracia de punta a nivel global se nos ha escapado de las manos por otros seis años.

Quizá en seis años nos graduemos como una democracia consolidada. Hoy, tristemente, seguimos siendo una democracia que continúa en construcción. Por delante nos queda un sexenio cuesta arriba, que requerirá de esfuerzos tremendos para lograr cierta gobernabilidad en nuestro país. Ojalá que el Congreso sepa guiarnos con sabiduría en este largo y difícil camino que nos espera después de la decisión del tribunal.