Vientos favorables
Comentaba el pasado domingo cómo la economía española había acelerado ligeramente su paso en el segundo trimestre y que ello se debía a la recuperación de las exportaciones. El sector industrial es el más beneficiado, y ahí está el excelente dato del IPI de julio, que conocimos el viernes, para atestiguarlo. Ello no invalida todo lo que hemos venido diciendo de la pérdida de competitividad que sufre nuestro sector exportador, pues dicha recuperación se explica por lo que técnicamente se denomina efecto demanda, es decir, el fuerte tirón que ha registrado la demanda de nuestros principales socios comerciales, los países europeos.
La competitividad estaría dentro del efecto precio, que sigue siendo negativo, sin el cual, las exportaciones podrían haber aumentado aún más, lo que quiere decir que el crecimiento de la economía podría ser mayor de ese 3,7% estimado por los contables nacionales. Y es que la pérdida de competitividad lleva aparejada una reducción del potencial de crecimiento. Ciertamente, esta pérdida puede subsanarse a medio y largo plazo por vías diversas, que a buen seguro están ya implementando las empresas más dinámicas y abiertas a la competencia exterior: el aumento de la productividad para reducir los costes por unidad producida, la mejora de la calidad de los productos, la innovación, la especialización en productos que incorporen más tecnología y diseño, la búsqueda de nuevos mercados, etcétera. Pero todo esto sólo da resultados a medio y largo plazo.
Sin el efecto precio, que sigue siendo negativo, la exportación podría haber aumentado más
Mientras, los vientos de la economía internacional nos favorecen. Esta semana hemos asistido a un aluvión de notas e informes de los organismos internacionales (filtraciones del WEO del FMI y adelantos de sus previsiones de otoño por parte de la CE y OCDE), y todos nos dicen que la economía mundial va más fuerte de lo que se previó meses atrás. Europa, por fin, es la causa principal de ello. La UEM podría crecer este año entre un 2,5% y un 2,7%, del orden de medio punto porcentual más que lo previsto en la pasada primavera. Todo ello explica, aparte de las tensiones geopolíticas, que los precios del petróleo y del resto de materias primas estén por las nubes. Es decir, estamos en una típica fase expansiva ya madura en la que desde hace algún tiempo han empezado a manifestarse (con menor intensidad, por cierto, que en ocasiones anteriores) tensiones inflacionistas, lo que explica la política de subidas de tipos de interés por parte de los bancos centrales, a la que aún le queda bastante recorrido en el caso del BCE.
A partir de todo ello, ¿cómo quedan las previsiones de la economía española para este año y el próximo? Como ya adelanté el domingo anterior, el PIB podría crecer en 2006 varias décimas por encima de lo previsto hace unos meses. La CE adelanta un 3,5% (gráfico izquierdo), pero pienso que de nuevo se puede quedar corta. En FUNCAS apostamos por un 3,7%. En ambos casos dichas cifras suponen una revisión al alza de entre tres y cuatro décimas. Pero seguimos pensando todos que ahora estamos viviendo el momento más alto del ciclo y que el crecimiento se moderará de forma suave a partir del último trimestre de este año (gráfico central), de forma que la media del próximo podría rondar el 3,2%. A cambio, esperamos que la inflación se reduzca (gráfico derecho). Claro que, tengo una duda: este escenario lo venimos previendo desde hace al menos dos años y no se ha cumplido. ¿Se cumplirá ahora?
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).
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