El inevitable debate afgano
El nuevo papel de las tropas aliadas exigirá intervenir en actos bélicos
E ste fin de semana, un general español viajó a Varsovia (Polonia) para participar en una reunión de la OTAN sobre la marcha de las operaciones en Afganistán. El general James Jones, comandante supremo de las fuerzas de la Alianza Atlántica, quiere que antes de la llegada del duro invierno se consolide la presencia de la OTAN en el sur del país y se contenga la presión cada vez mayor que ejercen los talibanes en esa zona y deseaba analizar un posible redespliegue de algunas unidades. Los militares españoles no son precisamente novatos en este tipo de reuniones: por el contrario, están presentes en Afganistán desde hace más de cuatro años. Se puede decir que para España ésa fue precisamente la primera consecuencia directa de los ataques del 11 de septiembre en Estados Unidos: el envío de soldados a un país remoto con el que no existía ningún conflicto particular ni bilateral, pero que daba amparo a los responsables del peor atentado terrorista de la historia.
La primera consecuencia de los ataques del 11-S para España fue, precisamente, el envío de soldados a Afganistán, considerado por la ONU país agresor
La presencia española en Afganistán es, probablemente, la operación militar que ha contado con más apoyo parlamentario y ciudadano de la reciente historia española. La posición de Naciones Unidas, aceptando que desde Afganistán se había agredido a Estados Unidos y que éste tenía derecho, reconocido internacionalmente, a defenderse, facilitó el consenso político español, primero para el envío de unos 500 soldados y después, hace escasas semanas, para incrementar esa presencia hasta los 700 militares. El hecho de que la ONU encargara desde el primer momento a la OTAN la reconstrucción del sistema político, legal y militar de Afganistán, al margen de la llamada Operación Libertad Duradera, que dirige Estados Unidos, y que se centra en la lucha antiterrorista y en la captura de miembros de Al Qaeda, colocó además a las tropas españolas bajo un mando aliado cívico-militar. En contra de lo que sucedió en Irak, los soldados españoles se libraron de depender casi directamente del Pentágono y de estar bajo el manto de un proyecto estrictamente bélico para situarse bajo una estructura con amplios capítulos civiles: la Alianza Atlántica.
En las últimas semanas, sin embargo, el papel de las tropas de la OTAN ha ido experimentando cambios importantes, implicándose cada vez más en las tareas de estabilización del territorio, con un fuerte componente militar. Para finales de este año, los 8.800 efectivos aliados se habrán convertido en 18.000, y en 2007 se juntarán en un solo mando con las fuerzas de la coalición que ahora dirige, por su cuenta, Estados Unidos. Intentar estabilizar el sur de Afganistán, una zona que ha seguido siendo caótica y muy inestable, con fuerte actividad de los talibanes, exigirá una demostración de fuerza considerable y obligará a choques directos con unidades insurgentes, "O el Gobierno afgano negocia con los talibanes para que comprendan la nueva realidad o habrá que meterse en una verdadera batalla contra ellos", asegura un experto de Naciones Unidas que trabajó durante años en la zona.
Situaciones de riesgo
La posibilidad de que las tropas de la OTAN se vean cada vez más implicadas en auténticos enfrentamientos armados con los talibanes terminará afectando, lógicamente, a todos los países aliados con soldados sobre el terreno. No parece muy factible reducir la implicación española en situaciones de riesgo o de choque armado, como ha ocurrido hasta ahora, bien por encontrarse en las zonas más seguras, bien por tener encomendadas tareas menos directas.
"El cambio de las circunstancias en la misión de la OTAN en Afganistán debería llevar a un debate político más profundo en España", mantiene un especialista cercano al PSOE. "Es mejor que todo el mundo sea consciente de los riesgos. Lo que no aceptan los ciudadanos son las sorpresas, las situaciones incomprensibles, momentos difíciles para los que no se ha preparado".
La presencia militar aliada en Afganistán, asegura, es perfectamente explicable a los españoles. De entrada, porque en Afganistán existe un apoyo muy mayoritario a esa presencia. Los afganos no quieren que las tropas de la OTAN se marchen. "Bien al contrario, tienen miedo a que eso pueda suceder". Y sobre todo, porque se trata de una operación respaldada paso a paso por la comunidad internacional. "Cada engaño, subterfugio y acto contrario a la legalidad internacional empleado por Estados Unidos para justificar su invasión de Irak contrasta con la transparencia, el respeto a la legalidad internacional y el masivo apoyo público registrados cuando el Consejo de Seguridad de la ONU, la OTAN y la UE autorizaron el derrocamiento del régimen talibán", ha escrito el periodista paquistaní Ahmed Rashid, uno de los mejores especialistas en Afganistán.
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