Diez días en busca de la paz
Son las 8.30 en Doha, capital del emirato petrolero de Qatar. El termómetro marca 38 grados a orillas del golfo Pérsico y la humedad roza el 70%. A 100 kilómetros por hora, con el aire acondicionado al máximo, una caravana de 20 BMW negros surca el paseo marítimo en dirección al aeropuerto. Un Airbus A-310 con el emblema de la Fuerza Aérea Española espera al secretario general de la ONU, Kofi Annan, para llevarlo a Teherán, sexta etapa de una agotadora gira por 10 países para recabar apoyos al alto el fuego entre Israel y Hezbolá.
No hay tiempo que perder. En la sala de reuniones del avión, la misma que utilizan el rey Juan Carlos y el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, Annan toma café y prepara las entrevistas del día con los líderes iraníes. A su lado viaja un reducido equipo de diplomáticos curtidos en mil misiones de paz. Son el noruego Terje Roed Larsen, que desempeñó un papel clave en la gestación de los acuerdos de Oslo, de septiembre de 1993, entre Israel y los palestinos; el veterano Vijay Nambiar, ex embajador de India en Pakistán, Argelia, China y Belgrado, y el británico Michael Williams, experto en Irán.
Annan apenas ha tenido contacto con la gente; en Beirut salió a la calle y su vida corrió peligro
Entre el personal administrativo, técnico y de seguridad que le sigue desde Nueva York, integrado por una decena de personas, predominan los franceses, pero también hay representantes de Egipto, Estados Unidos, Perú y Turquía. "La compenetración del equipo es fundamental", explica la coordinadora del viaje, Corinne Momal-Vanian.
Vestido con una chaqueta roja de lana, Annan aprovecha algún momento libre para recorrer la cabina del avión y conversar, sentado en los brazos de los asientos, con los periodistas que lo acompañan. Nieto de líderes tribales de Ghana, su país, Annan es un hombre de maneras suaves, trato afable y mirada cálida, siempre atento a los pequeños detalles. Jean-Pierre Elkabbach, presidente y comentarista de la emisora de radio francesa Europe 1, lo define como una persona sobria y de pocas palabras, que sobre todo exige fidelidad a quienes trabajan con él.
El viaje deja poco tiempo para el descanso. Los días transcurren con rapidez entre el avión, los palacios presidenciales y los hoteles más lujosos de Oriente Próximo. Esta vez, Annan no encuentra un hueco para visitar los museos locales o para caminar por la naturaleza junto a su esposa, la abogada y pintora sueca Ane Maria, que no le acompaña en este periplo.
El máximo dirigente de la ONU apenas ha tenido estos días contacto con la gente común. Sólo ha salido a la calle en Beirut, y su integridad física estuvo en peligro. Durante un recorrido a pie por uno de los barrios chiíes más castigados por los bombardeos israelíes, el pasado lunes 28 de agosto, una multitud enfurecida se abalanzó sobre él y le zarandeó entre vivas al líder de Hezbolá, Hasan Nasralá, y gritos de muerte a Israel y EE UU. Fue el momento más tenso del viaje. El personal de seguridad tuvo que emplearse a fondo para introducirlo en el coche y abandonar apresuradamente la zona.
En cada etapa de la gira, la agenda del secretario general está cerrada al minuto. "Todos los viajes son difíciles, pero éste lo es aún más, porque no hemos tenido tiempo suficiente para prepararlo y debemos improvisar sobre la marcha", señala Corinne Momal-Vanian. Annan no tiene avión propio para sus desplazamientos, por lo que depende de la buena voluntad de los Gobiernos que, como el de España en esta gira por Oriente Próximo, estén dispuestos a ayudar.
Además de su idioma materno, fante, y otras lenguas africanas, Annan habla inglés y francés. Tiene dos hijos de su primer matrimonio con la nigeriana Titi Alakija, de la que se divorció a finales de los años setenta. Sus colaboradores apuntan que nunca abandona su traje oscuro por la indumentaria tradicional de su país, ni siquiera en sus viajes por África.
A sus 68 años, después de haber dedicado más de la mitad de su vida a la ONU y haber obtenido el Premio Nobel de la Paz, Kofi Annan está en la recta final de su mandato, ya que dejará el puesto el 31 de diciembre próximo. Cuando la gira concluya el próximo jueves en Madrid, será todavía pronto para saber si el último esfuerzo diplomático y pacificador habrá merecido la pena.
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