¿Jamás pagaremos peaje en Madrid?
Lo del peaje por entrar al centro ha sido un culebrón de verano. Aquí ha bastado una leve mención a esa medida en la propuesta de debate de un acto de partido para que monten el cirio. El acto es una Conferencia Política del PSOE que se celebrará en unos días y al advertir los del PP el supuesto desliz enseguida pensaron que habían pillado cacho.
De ahí las rotundas declaraciones de sus líderes municipales calificando de disparatada la medida y jurando Biblia en mano que ellos "jamás" cometerán la locura de cobrar peaje por entrar en el centro. En los últimos días de agosto hemos visto forzar grandes titulares de prensa satanizando el "despropósito" de los socialistas sólo por intentar analizar tan delictiva posibilidad. Es decir, que una medida que está siendo aplicada con éxito en varias capitales europeas ni siquiera puede ser estudiada o comentada en una reunión de partido.
Lo más lamentable del caso es que el PSOE se ha acojonado de tal manera que la propia Comisión Ejecutiva Federal emitió a toda prisa una nota asegurando taxativamente que el partido "ni se ha planteado, ni se plantea, ni se planteará la imposición de peajes para entrar en las ciudades". Los socialistas, al igual que el PP, proclaman taxativamente que "jamás" aplicarán esa medida en Madrid. No quiero pensar la que le ha caído al pobre currito que tuvo la ocurrencia de poner en la famosa propuesta (por cierto entre paréntesis y como un mero ejemplo de medida fiscal) lo del peaje para circular por el centro de las ciudades.
Es lamentable que con los tremendos problemas que genera una gran ciudad los políticos no sean capaces ni de debatir abierta y libremente todas las posibles soluciones por miedo a perder votos o proporcionar munición a los corifeos mediáticos que le son adversos. Conste que a mí lo de pagar por entrar con el coche al centro tampoco me gusta. No me gusta primero porque estaría entre los damnificados y segundo porque, como le ocurre a todo hijo de vecino, me fastidia pagar el impuesto de circulación, meter monedas en los parquímetros y en general todo lo que sea aflojar.
Pero aún detesto más la indolencia y la mezquindad. Por desgracia así es como suelen observarse hoy los asuntos más comprometidos de la capital, como este del colapso circulatorio, a sabiendas de que la situación requiere grandes dosis de responsabilidad, inteligencia y determinación. En las calles del centro de Madrid, los coches ruedan a ocho kilómetros por hora en los tramos punta y con ese bochornoso nivel de fluidez nadie que no tenga alguna solución mágica en la manga está en condiciones de descartar y mucho menos despreciar las medidas que otras ciudades intentan por traumático o impopular que pueda resultar.
En Madrid entran cada mañana un millón de coches que se suman a los casi dos millones que ya hay en la capital. El parque automovilístico sigue creciendo de forma imparable y el espacio es el mismo. No hay que ser un geómetra para entender que, de no aplicar un mínimo de racionalidad y sentido común al asunto, llegará el día en que el coche irá más despacio que el hombre por las calles de Madrid. Eso sin contar el tremendo gasto de combustible que genera circular con continuos frenazos y arrancadas y lo que es más grave el daño medioambiental que causa.
Esta perspectiva inexorable es la que condujo hace mas de tres años al gobierno laborista del Ayuntamiento de Londres a cobrar ocho libras diarias a todo el que quisiera entrar con el coche en la City. Y muy mal no ha debido funcionar cuando, a pesar de las movilizaciones que ha encabezado la oposición conservadora, el alcalde de la ciudad se dispone a ampliar el perímetro dentro del cual se cobra peaje a los vehículos.
En Estocolmo llevan ensayando el sistema desde principios de año y ahora en septiembre tienen previsto someterlo a referéndum. En Oslo está funcionado con espectaculares descensos en el tráfico, la contaminación y la siniestralidad. Las autoridades de Nueva York, al igual que los técnicos de otras grandes urbes del mundo, están muy pendientes de los resultados del sistema en esas ciudades.
Aquí no, aquí en Madrid nuestros políticos han proclamado ya el "nunca jamás" para no arriesgar ni un pelo en las elecciones. Espero que sus programas electorales contengan soluciones imaginativas y brillantes para que "jamás" tengan que comerse sus "jamases".
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