_
_
_
_
_

Natascha Kampusch: "Él no era mi amo. Yo era igual de fuerte"

La joven austriaca que permaneció ocho años secuestrada no se considera una víctima

La joven austriaca de 18 años Natascha Kampusch, huida la semana pasada de un secuestro de más de ocho años cerca de Viena, se resiste a ser una víctima. En una carta a los medios de comunicación leída ayer por su psiquiatra en Viena, Natascha dice que no tiene la sensación "de haberse perdido nada", pide respeto a su vida privada y reitera que contará su historia cuando se sienta preparada. Añade que sólo quiere hablar por teléfono con sus padres.

Más información
La 'Natascha húngara' no sabe qué es un centro comercial
La Justicia austriaca cierra el caso de Natascha Kampusch

Kampusch fue secuestrada por el ingeniero Wolfgang Priklopil a la edad de 10 años, cuando iba al colegio el 2 de marzo de 1998. El raptor había construido un zulo debajo del garaje de su casa unifamiliar, donde la niña vivió ocho años. Priklopil, de 44, se suicidó tirándose a la vía del tren al descubrir que Natascha había huido.

No quería que le pillaran vivo. "Él no era mi amo. Yo era igual de fuerte, pero, simbólicamente hablando, me llevaba en volandas y me trataba a patadas. Sin embargo, y eso lo sabía él y lo sabía yo, se equivocó de víctima", dice Natascha sobre la relación con su secuestrador. "Nunca le llamé amo, aunque él lo deseaba. Yo creo que lo deseaba, pero realmente no lo decía en serio", añade más adelante.

La joven, que vivió 3.097 días en cautividad, defiende su derecho a la intimidad. "Mi habitación estaba suficientemente habilitada. Era mi espacio, y no estaba hecho para mostrarlo públicamente", señala. El día a día con el secuestrador lo describe como algo rutinario: "El día a día estaba estructurado: casi siempre desayunábamos juntos -él no solía trabajar-. Labores domésticas, leer, ver la televisión, conversar, cocinar... Así fue, durante años. Todo ello vinculado al miedo a la soledad", explica comprensiva sobre su secuestrador, que estaba desempleado.

Sobre su situación actual, Kampusch dice sentirse bien en el lugar secreto en el que está alojada temporalmente, "quizá un poco tutelada", reconoce. Según adelantó ayer su abogada, Monika Pinterits, Natascha se mudará pronto a un piso tutelado, donde tendrá contacto con jóvenes de su edad. "Mucha gente se está ocupando de mí", añade Natascha en su carta.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

"He decidido que sólo quiero tener contacto telefónico con mi familia", añade. Los padres de Natascha se habían quejado el fin de semana pasado de que no sólo no podían ver a su hija, sino que ni siquiera se les informaba de su paradero. "Natascha está otra vez encerrada. Eso es horrible para mí", declaró su madre, Brigitta Sirny, en entrevista con el diario austriaco Kurier. Sirny no creía que el aislamiento actual de su hija fuera voluntario. Respecto a los medios de comunicación, Natascha precisa: "Yo decidiré cuándo ponerme en contacto con periodistas". La joven y su familia enfrentan fuertes presiones para que cuenten rápidamente los últimos ocho años de su vida.

"Fue una parte de mi vida"

Según expresa en la misiva, Natascha no se siente víctima de Wolfgang Priklopil, cuya muerte dice que no hubiese sido necesaria. "Él fue una parte de mi vida. Por eso, de alguna manera me entristece su muerte. Naturalmente, es cierto que mi juventud es diferente a la de otros, pero en principio no tengo la sensación de haberme perdido nada. Me he ahorrado algunas cosas, no haber comenzado a fumar y a beber y no haber tenido malas amistades".

Natascha aclara algunos datos aparecidos en la prensa. "Realizó el secuestro solo, todo estaba preparado", aclara. La policía investiga si hubo posibles cómplices. "Luego habilitamos juntos la habitación, que no medía sólo 1,60 metros de altura", dice sin rastro de rencor. "Por cierto, después de la fuga no lloré. No había motivo para estar triste", añade con frialdad. "Su madre y yo pensamos en él", concluye Natascha.

El psiquiatra Max Friedrich sostiene una carta escrita por su paciente Natascha Kampusch, ayer en Viena.
El psiquiatra Max Friedrich sostiene una carta escrita por su paciente Natascha Kampusch, ayer en Viena.EFE

"Mi intimidad me pertenece"

Secuestrada a los 10 años por un hombre de 36, todo apunta a que Natascha fue, tarde o temprano, víctima de abusos sexuales por parte de su raptor. Aunque ella sostuvo ante una agente de policía a la que se sinceró que lo hizo todo voluntariamente, Natascha estaba psicológicamente dominada por un hombre adulto que durante toda su pubertad y adolescencia fue su única persona de referencia.

Si bien comprende que tiene que contar a la policía hasta los detalles más delicados, Natascha está dispuesta a defender su intimidad de las garras de la prensa. "Todos quieren hacer preguntas íntimas. A lo mejor se lo cuento alguna vez a una terapeuta o a alguna otra persona, cuando sienta la necesidad de hacerlo; pero puede que no lo haga nunca. Mi intimidad me pertenece sólo a mí", reclama en la carta leída públicamente ayer por su psiquiatra en Viena.Lejos de parecer una pobre indefensa, Natascha muestra en la misiva que está dispuesta a hacer respetar sus derechos. "Soy consciente de que tienen ustedes curiosidad y quieren saber más detalles sobre las circunstancias en las que viví. Pero les quiero asegurar por adelantado que no quiero ni voy a responder a preguntas sobre detalles íntimos o personales. Voy a demandar cualquier violación voyeurista de las fronteras de lo personal por parte de quien sea. Quien lo intente se puede ir preparando", amenaza la joven con gran seguridad en sí misma.

"Lo único de lo que la prensa me tiene que proteger es de las eternas calumnias, las malas interpretaciones, la pedantería y la falta de respeto hacia mí", exige. Natascha está, en opinión de su psiquiatra, Max Friedrich, "gravemente traumatizada".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_