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Reportaje:

Sobrevivir en una franja cercada

Israel ha convertido el territorio de Gaza en una cárcel para 1,4 millones de palestinos desde hace más de dos meses

"Mujeres, no desesperéis si no podéis comprar los uniformes y los libros de vuestros hijos"; "profesores, no vayáis a la huelga porque no os paguen vuestros sueldos", gritan los altavoces que recorren las calles de Gaza instando a la población a la calma ante la próxima apertura de los colegios. Después de seis meses de bloqueo político y económico, que ha impedido pagar los sueldos a los funcionarios, y dos meses de cerco militar a toda la franja, la desesperación comienza a hacer mella en la población, y el Gobierno teme que puedan producirse protestas.

La gravísima situación que atraviesa Gaza desde que Hamás formó Gobierno, tras ganar las elecciones de enero pasado, se ha deteriorado hasta el infinito desde que el 25 de junio fue secuestrado un soldado israelí. El Ejército hebreo ha impuesto un cerco por tierra, mar y aire que ha convertido la franja en una cárcel para sus 1,4 millones de habitantes.

La noche se ilumina con los cohetes israelíes y el agua salta al ritmo de las ametralladoras

"Prefiero morirme por disparos mientras pesco, que de hambre en mi casa", afirma Mohamed al Hesy, de 53 años. Hesy, su hermano y tres de sus 12 hijos desafían desde hace cinco días las órdenes de Israel y salen con sus barcazas a echar las redes a un par de millas de la playa. Las patrulleras israelíes no dejan de hostigarles. La noche se ilumina con las luces rojas de los cohetes israelíes y el agua salta al ritmo de las ametralladoras. Un pescador resultó herido grave el sábado.

En la franja hay 3.500 pescadores que se ganan la vida en 992 barcos. Para acallar el hambre de sus familias tras dos meses en dique seco, algunos han tenido que vender lo poco que tenían, como Omar Ayash, de 34 años, que alimenta a sus siete hijos, su mujer, su madre y su hermana con lo que sacó de la venta de su coche.

El castigo de la aviación es aún mayor que el de la Marina. Israel llama a esta operación Lluvia de Verano y su lluvia de bombas ha bañado en sangre la franja. Hasta ayer, los muertos palestinos eran 202, entre ellos 44 niños, según reconoció la ONU en un informe que cifra en 247 los bombardeos durante la guerra.

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"Hace dos semanas, me llamaron por teléfono de madrugada. Me dijeron que teníamos 15 minutos para abandonar la casa, porque la iban a destruir", cuenta Mohamed al Shumafa, de 25 años, ante las ruinas del edificio de Yebalia que albergaba cuatro pisos: el de su padre y los de sus tíos. Más de 40 personas se quedaron en la calle supuestamente porque Mohamed vendía fertilizantes que eran utilizados por la resistencia para fabricar explosivos. "Yo era un simple empleado y no iba a preguntar a los clientes qué iban a hacer con sus compras", señala con rabia.

En el campo de refugiados de Yebalia se encuentran por todas partes las huellas de la lluvia israelí. Ramzi al Atar, de 20 años, se ha puesto a trabajar con su caballo y su carro repartiendo las uvas de otro agricultor. Los tanques destrozaron en una incursión las 52 palmeras de su padre y en otra arrasaron el huerto de 3.500 metros cuadrados en que cultivaban patatas y judías verdes. Con su padre enfermo, 12 hermanas y tres hermanos, Ramzi tuvo que dejar sus tierras para trabajar otras. Además, los israelíes disparan a cualquiera que se acerque al huerto, que linda con el antiguo asentamiento judío de Dogit, desde donde la resistencia lanza los cohetes Kassam.

En estos días, precisamente, se cumple un año de la retirada israelí de Gaza. El entonces primer ministro Ariel Sharon -en coma profundo desde enero- evacuó a los 9.000 colonos que vivían en la franja y éstos, antes de salir, convirtieron en escombros sus viviendas. En Gush Katif, el mayor asentamiento, situado en el extremo sur de Gaza, arrancaron hasta el asfalto de las calles. Lo único que dejaron en pie fueron dos sinagogas porque sus creencias les impidieron destruirlas. Ahora la arena de la playa lo inunda todo y acrecienta el aspecto desolador de las ruinas.

La central térmica de Gaza fue uno de los objetivos de la operación en castigo por el secuestro, aún sin resolver, del cabo Gilad Shalit. Esto redujo en un 65% el suministro de electricidad a los palestinos, lo que significa que la absoluta mayoría padece los horrores del calor sin un ventilador, y que cuando comiencen las clases el 2 de septiembre muchos estudiantes tendrán que limitar sus estudios a la luz del día.

Karni, el único paso fronterizo para las mercancías, ha pasado también casi todo este tiempo cerrado, lo que ha motivado carencia de gasolina, azúcar y de los suministros de las fábricas que han tenido que cerrar. "Sufrimos un estrangulamiento premeditado de la economía y del Gobierno", afirma Atef Ibrahim Adwan. Ministro para los Refugiados, Adwan sostiene que Israel "trata de vengar en Gaza la derrota sufrida en Líbano" y le advierte que los palestinos saben esperar y están dispuestos a resistir.

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