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Reportaje:

La Guerra Civil en celuloide

La Filmoteca de Cataluña guarda material documental sobre la contienda, producido por Laya Films durante la República

La vida de Conchita Martínez se interrumpió abruptamente el 26 de enero de 1939, día en que el ejército franquista entró en Barcelona. Como todos los días desde hacía dos años, Conchita acudió a trabajar al pequeño estudio que la productora Laya Films tenía en el número 442 de la avenida del 14 de abril, años después rebautizada del Generalísimo Franco. Conchita trabajaba como montadora y aquel día estaba sola. Desde entonces, nadie volvió a verla.

Conchita Martínez y una docena de profesionales, anónimos igual que ella, comenzaron a ejercer un papel activo en la defensa de la República en noviembre de 1936. Antes, en septiembre, el presidente de la Generalitat, Lluís Companys, se convenció de que era necesario incorporar a la lucha un nuevo elemento: la propaganda. Fue entonces cuando creó el Comisariado de Propaganda, del cual dependieron las actividades de Laya Films. La misión era evitar que la población que vivía en el lado republicano cayera en la desmoralización. Por ello, aquellos profesionales se afanaron en elaborar noticieros documentales que, en unos 10 minutos, resumían la vida cotidiana en el campo, en las fábricas, en los hospitales y en las escuelas. La realidad era que la guerra se estaba perdiendo, pero era necesario enviar un mensaje de normalidad, tanto al interior como al exterior de una República cada vez más aislada.

La mayoría de los documentales se perdieron o fueron destruidos en la guerra
La Universidad de Prada organizó un curso sobre el cine republicano

Aprovechando el 70º aniversario del inicio de la Guerra Civil, la Universitat Catalana d'Estiu, ofreció el curso Memoria histórica del cine republicano. "Queríamos homenajear a todos los profesionales que arriesgaron su vida para mostrar lo que estaba pasando aquí", señaló Encarnación Soler, doctora en Historia del arte y coordinadora del evento. "El material fílmico de la guerra es un testimonio importantísimo que todo el mundo debería conocer", añadió Soler.

Además de exaltar la vida cotidiana, las cámaras de la productora catalana dirigieron su objetivo hacia el frente. Cuando, al final de la contienda, el frente se situó dentro de las fronteras de Cataluña, los profesionales de Laya Films dejaron valiosísimos testimonios en forma de documentales. Uno de ellos, quizá el más sobrecogedor, es Catalunya mártir. Fue la última creación de la productora, la que muestra las devastadoras consecuencias de los bombardeos de la aviación franquista sobre Barcelona, Lleida, Martorell y Granollers a finales de 1938. La película es fiel reflejo del dramatismo y la violencia de una guerra que por entonces ya estaba decidida. Una voz en off narra la secuencia de los hechos en francés. Se trataba de un último y desesperado intento de la República por atraer la atención del país vecino.

"Los profesionales de Laya Films apenas disponían de medios para hacer su trabajo. Muchas veces no tenían ni gasolina para desplazarse", señaló Soler. Los franquistas también elaboraban documentales y noticieros con fines propagandísticos, "pero ellos disponían de la tecnología alemana e italiana", añadió la historiadora. La República, aislada, sólo contaba con el apoyo de la Unión Soviética. Laya Films distribuyó en las salas de cine catalanas todas las películas que llegaban desde la URSS.

A pesar de la falta de medios, la productora realizó algunos documentales que servirían para reconstruir la secuencia de la guerra: Las Cortes de la República española en Valencia prosiguen su labor legislativa; El entierro de Durruti y La reconquista parcial de Aragón a los fascistas.

Laya Films produjo un centenar de noticieros y documentales, de los que hoy se conservan menos de la mitad. La productora fue una de las grandes derrotadas de la guerra y, como al resto de los vencidos, le esperaba un destino marcado por el exilio y la represión. El historiador de cine Miquel Porter, ya fallecido, estudió el recorrido de las bobinas desde el inicio de la evacuación a Francia. El resultado de su investigación es desolador. La Generalitat envió dos camiones cargados con películas hacia Francia. Uno se incendió poco antes de cruzar la frontera. El segundo vehículo tampoco llegó a su destino. Desapareció sin más.

Otra parte del material se cargó en un tren de mercancías estacionado en La Magòria. El tren nunca partió y los filmes fueron objeto de pillaje.

Las películas que se quedaron en Barcelona no corrieron mejor suerte. Cuando el ejército de Franco entró en la ciudad, las cargó en camiones y las transportó a Madrid. En primera instancia, se trasladaron a una cueva que poco después se inundó. Después se depositaron en un laboratorio de cine que en 1945 se incendió. En 1953, la Filmoteca Española pasó a custodiar la menguada carga.

Franco tenía un enorme interés en aquel material fílmico. En los documentales aparecían los rostros de destacados dirigentes políticos, sindicalistas, militares y decenas de personas que participaron en la defensa de la República trabajando en fábricas, escuelas y hospitales. Las películas de Laya Films se convirtieron, por tanto, en una importante herramienta de represión.

En 1996, a rebufo del polémico debate que había surgido con motivo de la devolución a Cataluña de los papeles de Salamanca, un centenar de personas crearon Cinema-Rescat, una asociación dedicada a la búsqueda y recuperación del patrimonio cinematográfico catalán. Encabezada por Encarnación Soler, esta entidad mantuvo durante años una batalla legal para que el fondo fílmico fuera devuelto a la Generalitat. En 2001 se consiguió el objetivo. El Ministerio de Cultura aceptó devolver las bobinas originales. Desde entonces permanecen en la Filmoteca de Cataluña.

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