Los bomberos sólo logran rescatar tres de los cuatro coches arrastrados al mar en Calella
El alcalde denuncia que la alerta de lluvias llegó demasiado tarde
Los bomberos no pudieron rescatar ayer uno de los cuatro coches que se hundieron en la costa de Calella en la noche del viernes arrastrados por un fuerte aguacero. El mal estado del mar obligó a suspender hasta hoy la búsqueda del vehículo, que se adentró en el mar empujado por la gran tromba de agua que en pocos minutos anegó la ciudad. Las lluvias -37 litros por metro cuadrado en menos de media hora- arrastraron por la riera del Capaspre a otros 34 vehículos que estaban aparcados. El alcalde aseguró que la alerta de lluvias llegó demasiado tarde.
Aunque no hubo que lamentar daños personales, este municipio turístico del Maresme trataba ayer de recuperar la normalidad en medio de un paisaje de barro y amasijos de hierro.
En la riera de Capaspre, como en cualquier otra del Maresme que se inunda con la llegada de las lluvias torrenciales, el estacionamiento está prohibido. Quienes viven en Calella todo el año (unas 18.000 personas) lo saben, y por eso evitan aparcar en esta avenida repleta de hoteles, discotecas y tiendas de recuerdos. Pero a los turistas no parece importarles, a pesar de que una señal les alerta del peligro en varios idiomas.
Vehículos de extranjeros
La mayoría de los vehículos que el viernes por la noche fueron arrastrados con violencia por el agua pertenecían a foráneos, que ayer hicieron una visita obligada al depósito municipal. La Asociación Turística de Calella (ATC) pidió al Ayuntamiento que aplique "con firmeza" la prohibición de la Agencia Catalana del Agua (ACA) de estacionar en zonas inundables.
Tres de los cuatro coches que acabaron en el agua fueron localizados con la ayuda de un helicóptero y arrastrados hasta la orilla por medio de un cable. No había nadie en su interior. A través de una ventanilla, dos jóvenes vestidos con ropa playera preguntaban a una policía local si su coche estaba en el depósito. "No. Y nosotros no lo hemos sacado. Habrá venido la compañía de seguros", contestó la agente. Los chicos se fueron cariacontecidos y llenos de incertidumbre. Cerca de allí, Nathalie Cué, que trabaja en la oficina de turismo, relataba el ir y venir de grúas y coches destrozados: "La mayoría están para tirarlos a la basura: con el parachoques retorcidos, los espejos rotos... Todo." Cerca de la playa, junto a las vías del tren, la escena era aún más esperpéntica: las grúas retiraban llantas y placas de matrícula en medio del lodazal y de un fuerte olor a tierra removida. Centenares de curiosos se acercaban en bikini y en bañador.
"Llevamos años pidiendo que se cubra la riera para que esto no vuelva a ocurrir", protestó Maribel Turon, de la asociación vecinal de Capaspre. Precisamente la riera de Capaspre fue de las pocas del Maresme que quedaron fuera del plan de cubrimiento que la Agencia Catalana del Agua inició en 1992, al considerar que no era peligrosa. El pasado julio, el pleno del Ayuntamiento de Calella aprobó el proyecto para cubrir esta avenida.
El alcalde de la localidad, Josep Basart (ERC), denunció que la alerta meteorológica sobre fuertes lluvias "llegó al Ayuntamiento 10 minutos antes de que empezara a llover de manera torrencial". Un tiempo que juzgó "totalmente insuficiente" para activar el dispositivo de emergencia. "Normalmente avisan por los altavoces de la playa. Pero esta vez, nada", relató María José Barba, de 25 años, que sirve crepes y gofres en un local de la riera de Capaspre. El local se inundó de agua y barro y tuvo que cerrar durante unas horas.
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