Guerra de Líbano: las causas originales
Tenemos ante nosotros una elección muy simple en Oriente Próximo: podemos ponernos serios y trabajar juntos para dar a toda la población de esta región la posibilidad de llevar una vida normal, en paz y con seguridad, o podemos comportarnos todos como estúpidos, al estilo de los caciques de pueblo, como han hecho numerosos personajes públicos en Líbano, Siria, Irán, Israel y Estados Unidos en los últimos días, desde que cesaran los combates entre Hezbolá e Israel el 14 de agosto.
En estos momentos, las posibilidades de alcanzar una paz generalizada en la región de Oriente Próximo son escasas o inexistentes, porque los principales actores no árabes se están centrando en las cuestiones equivocadas. Están intentando afrontar o eliminar los síntomas de los conflictos de nuestra región en lugar de abordar las causas originales. Hezbolá e Irán están entre los mejores ejemplos de esto.
Israel y Estados Unidos están obsesionados con desarmar a Hezbolá y con enfrentarse a Irán. Pero hace un cuarto de siglo ninguno de estos problemas existía. Vale la pena recordar cómo se volvieron tan problemáticos Hezbolá e Irán. Hasta 1979, el Irán gobernado por el Sha era un estrecho aliado y amigo de EE UU e Israel, y Hezbolá ni siquiera había nacido. ¿Qué ha ocurrido en las tres décadas transcurridas desde mediados de los años setenta hasta hoy? Muchas cosas. La más concreta es que todos permitimos que el conflicto arabe-israelí se enconara al no darle solución. Su núcleo palestino-israelí continuó rezumando resentimiento hasta corroer muchas otras dimensiones de la región.
Los constantes enfrentamientos y las guerras esporádicas entre Israel y Líbano desde finales de los años sesenta se derivaban en gran medida del conflicto palestino-israelí, que se inició con la guerra de 1948. El ardor subversivo islamista desde la revolución iraní de 1979 halló una expresión efectiva en su estrecha asociación con Hezbolá, en cuya fundación y adiestramiento desempeñaron un papel esencial los guardias revolucionarios iraníes. La ayuda de Teherán a Hamás hoy en día sigue una pauta similar. Una potencia no árabe como Irán explota el resentimiento contra Israel y Estados Unidos en todo el mundo árabe para efectuar incursiones políticas en distintas regiones árabes. Si el conflicto arabe-israelí se hubiera resuelto hace décadas, Irán no tendría esta oportunidad.
Aunque la campaña dirigida por EE UU e Israel para desarmar a Hezbolá tiene como principal objetivo declarado proteger a Israel, el hecho es que esta organización chií ha desarrollado su capacidad militar fundamentalmente en respuesta a la necesidad de proteger Líbano de los repetidos ataques y ocupaciones israelíes de las cuatro últimas décadas. Así que la manera de acabar con la posición de Hezbolá como el único grupo armado no estatal de Líbano es rebobinar y llegar al foco del problema que hizo que Hezbolá desarrollara su formidable capacidad militar.
Si resolvemos el conflicto arabe-israelí de una manera justa y acorde con las resoluciones de la ONU, suprimiríamos dos factores políticos esenciales que ahora avivan la capacidad militar de Hezbolá: la amenaza israelí a Líbano, y la capacidad de Siria e Irán para explotar el conflicto permanente con Israel trabajando a través de Líbano.
Irán tiene sus propios motivos, algunos de ellos válidos, para desarrollar un ciclo de combustible nuclear completo, aunque la posible capacidad para fabricar bombas atómicas que se deriva de esto es más problemática. La intromisión política de Irán en Líbano y otros países árabes es otra cuestión. Sin embargo, está íntimamente ligada a la afirmación de la identidad islamista, la cesión de poder a los chiíes, el desafío antioccidental y los retos nacionales para los regímenes árabes autocráticos, cuatro dinámicas que a menudo se han asociado con el enconado conflicto arabe-israelí, y que se han visto exacerbadas por él.
Los persistentes intentos de Israel por asegurarse un lugar en esta región mediante la fuerza militar siempre han reforzado la voluntad árabe de combatirlo, que ahora también cuenta con el apoyo de Irán. Las tentativas concretas de salvaguardar sus fronteras -ocupaciones, ejércitos mercenarios, ataques fronterizos, muros de separación, castigos en masa y humillación de la población civil- no le han servido de nada a Israel, y no han hecho más que generar una resistencia más decidida y capaz como la de Hezbolá.
Israel también fracasará en su deseo de subcontratar su seguridad a Estados extranjeros o regionales, como está tratando de hacer mediante la fuerza internacional para el sur de Líbano, o haciendo que Turquía impida los envíos de armas a Hezbolá desde Irán.
Todas las grandes y difíciles cuestiones de esta región -Líbano, Irak, Siria, Irán, el terrorismo, el radicalismo, o los grupos de resistencia armada- están relacionadas de algún modo con el envenenado conflicto palestino-israelí.
Todos los políticos y líderes gubernamentales que dominan esta región, o que tratan de hacerlo desde capitales occidentales, parecen completos aficionados o brutos desaforados en su intento de desgranar síntomas en lugar de procurar resolver el problema de raíz que ha hecho que esta región se hunda en espirales de violencia cada vez mayores desde los años setenta.
Desde la perspectiva árabe, se puede alcanzar un acuerdo general de paz entre árabes e israelíes. Ahí están los repetidos ofrecimientos de paz contenidos en la propuesta de la Cumbre Árabe de 2002.
Israel, Estados Unidos y otras naciones de ese mundo deben decidir rápidamente si ellos también son capaces de sensibilizarse y de trabajar por una paz general como la vía más eficaz para primero reducir y luego invertir los ciclos de resentimiento, radicalismo y resistencia que actualmente definen buena parte del Oriente Próximo arabe-islámico.
Rami G. Khouri es director general del diario libanés Daily Star y columnista político internacional. Traducción de News Clips. © Rami G. Khouri / Agence Global.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.