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Reportaje:Alto el fuego en Oriente Próximo

Hezbolá domina las ondas

La cadena de televisión Al Manar es el buque insignia de la poderosa armada de propaganda del movimiento islamista

Guillermo Altares

Mientras las excavadoras apartaban los escombros en los suburbios del sur de Beirut, los técnicos de Hezbolá evaluaban los daños y las víctimas comenzaban a percibir las primeras indemnizaciones, en efectivo, aparecieron sobre las ruinas unos carteles rojos en los que puede leerse: "Made in USA" o "The New Middle Beast" ("La nueva bestia de Oriente Medio", un juego de palabras sobre un discurso de Condoleezza Rice). Las carreteras de acceso a la capital también se han llenado de carteles, con un lema que aparece por todas partes: "La victoria divina", junto a la foto del jeque Hasan Nasralá, el líder del Partido de Dios. "Son muy buenos, son realmente unos maestros en la comunicación", explica la historiadora y experta en Hezbolá Judith Harik. De todas las operaciones de relaciones públicas del movimiento, la que más repercusión ha tenido es, sin duda, la cadena de televisión Al Manar.

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"Son los únicos que han dicho la verdad durante esta guerra y por eso fueron golpeados de forma tan dura", asegura la actriz libanesa Bernadette Houdeib durante una visita del sindicato de actores a lo que queda de la sede de Al Manar en el suburbio chií de Haret Hreyk: una montaña de escombros y hierros retorcidos. Tras el aeropuerto, el segundo objetivo de la aviación israelí en Beirut, el mismo día 13 de julio, fue la sede de la cadena de televisión por satélite. Tres días después fue borrada del mapa.

"Y cada vez que bombardeaban volvían a dar una pasada por si estábamos transmitiendo desde algún sótano", explica la presentadora Zaina al Safar, una de las estrellas de la cadena. Pero la señal sólo se cortó durante unos dos minutos y, desde entonces, no ha parado de emitir debates, noticias, propaganda, imágenes reales de los combates tomadas en primera línea y, sobre todo, todos los discursos del jeque Nasralá.

Durante los 33 días de conflicto, la aviación israelí no ha cesado de bombardear antenas de televisión, pero Al Manar (que significa "La Luz" o "La Iluminación") ha logrado mantenerse en el aire transmitiendo quizá desde unidades móviles o desde lugares no identificados. "Comprenderá que no podamos dar ningún detalle sobre este asunto. Sólo puedo decir que nuestros técnicos son muy profesionales y que, como sabíamos que íbamos a ser atacados, habíamos preparado un plan", explica el portavoz de la cadena, Ibrahim Farhat, en una oficina de sillas de plástico montada junto a los escombros, mientras las excavadoras siguen trabajando. Las ruinas se han convertido en una especie de circo mediático al que acuden diputados, actores, hasta una delegación de boy scouts, cristianos maronitas. Un equipo de la televisión graba todas las visitas.

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La cadena ha sido prohibida en la Unión Europea y en Estados Unidos, acusada de antisemitismo, pero se ve en todo Oriente Próximo, incluyendo los territorios palestinos. Y es una televisión de verdad, que emite 24 horas, con un presupuesto de unos 12 millones de euros, 300 empleados, de los que 70 son periodistas, y un grafismo excelente.

"Las acusaciones de antisemitismo se produjeron después de la emisión de la serie Al Shatat (La diáspora) y pedimos perdón por ello", explica la periodista Al Safar. Esta serie, de producción siria, era un compendio del antisemitismo más extremo y fue la que desencadenó la prohibición en la UE y en EE UU. "La cadena es sin duda antiisraelí; pero no creo que sea antisemita", explica Judith Harik, una estadounidense que lleva casi cuarenta años en Líbano y es autora del libro Hezbolá. La fase cambiante del terrorismo.

Al Manar nació en los años noventa, cuando el Partido de Dios se iba haciendo fuerte como la guerrilla que se oponía al control israelí sobre el sur de Líbano. Su especialidad era grabar, y luego emitir, los enfrentamientos en primera línea de fuego y mostrar los soldados israelíes muertos, algo que el alto mando del Ejército de Israel, el Tsahal, trataba de evitar por todos los medios. Desde el principio de la segunda Intifada, ha sido acusada por el Gobierno israelí de elogiar e incitar el terrorismo suicida. Durante esta guerra no ha parado de emitir imágenes de batallas, pero sobre todo de las víctimas de los bombardeos, de los pueblos arrasados y de milicianos de Hezbolá preparados para el combate, con banderas amarillas de fondo. Desde la tregua, Al Manar transmite constantemente desde las ruinas, incluso los debates políticos conducidos por presentadoras que aparecen cubiertas.

Como tantas otras cosas en este castigado país de cuatro millones de habitantes, desde la justicia civil hasta los pueblos y los barrios, las televisiones están divididas por confesiones (aunque la propiedad de ninguna puede pertenecer a un solo propietario): existen cadenas cristianas, suníes, drusas; pero durante este conflicto la televisión chií ha servido como fuente de información general. Y muchos creen que el hecho de que Israel nunca llegase a silenciarla ha influido en el sentimiento que comparten muchos libaneses de que Hezbolá ha ganado la guerra, al menos la mediática.

Un miliciano vigila las ruinas del edificio de la televisión Al Manar, de Hezbolá, en el sur de Beirut.
Un miliciano vigila las ruinas del edificio de la televisión Al Manar, de Hezbolá, en el sur de Beirut.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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