Unirse para existir
En junio de 2003, Andrés Oppenheimer le pidió a la canciller chilena Soledad Alvear que resumiera en una fórmula el secreto del éxito del Chile democrático. Alvear le respondió que el secreto estriba en haber escogido un rumbo estratégico y en mantenerlo desde posiciones moderadas de centroderecha o centroizquierda. Imaginarse a sí mismo en el futuro y en un contexto global es, en efecto, clave para el éxito de un país y/o una región del mundo. Lo cual exige un proyecto político que sea a la par ambicioso y factible.
Nacido en Argentina, columnista de The Miami Herald y ganador de numerosos premios periodísticos, entre ellos el Ortega y Gasset, Oppenheimer ofrece en Cuentos chinos un buen repaso de la situación de América Latina. Su primera constatación es que muchos auguran un papel muy secundario en el futuro de la humanidad a la mayoría de sus países -Brasil y Chile son las excepciones- y a la región en su conjunto. La segunda es que ello no es ineluctable. Tras analizar las exitosas historias económicas recientes de países de muy diverso pelaje (China, India, Irlanda, España, República Checa, el propio Chile), Oppenheimer cree que los latinoamericanos no deben arrojar la toalla. "Lo que me sorprendió", escribe, "fue la rapidez con que los países pueden pasar de la pobreza y la desesperanza a la riqueza y el dinamismo".
CUENTOS CHINOS
Andrés Oppenheimer
Debate. Barcelona, 2006
398 páginas. 20,90 euros
Para no perder de nuevo el
tren del porvenir, América Latina debe hacer sus deberes. El principal para Oppenheimer es la atracción de inversiones productivas extranjeras. "En la nueva geografía política mundial hay dos tipos de naciones: las que atraen capitales y las que espantan capitales", anota. ¿Y qué pueden hacer los latinoamericanos para atraer esas inversiones? Tras constatar el fracaso de los modelos tanto ultraliberales como soviéticos aplicados a un solo país, el argentino señala que "quizá ha llegado el momento de considerar una nueva opción: la vía supranacional".
Oppenheimer cita el ejemplo de la Unión Europea, "el modelo de crecimiento más exitoso y equitativo de la historia contemporánea". La UE, recuerda, obliga a sus miembros a disciplinarse en el respeto a unas reglas de juego, generando así estabilidad y confianza y vacunando contra el aventurerismo. Es, además, un modelo de integración regional que va mucho más allá del libre comercio predicado por los estadounidenses, al incluir instituciones permanentes, políticas comunes y normas de obligado cumplimiento, amén de la muy importante solidaridad de los más ricos con los que lo son menos.
Más adelante, Oppenheimer dedica comentarios ácidos a la inexistencia de una política latinoamericana en el Gobierno de Bush, al que, dice, "sólo le interesan los países que comienzan con la letra I: Irak, Irán e Israel". Pero también denuncia a Castro y Chávez, "capitanes del micrófono" que "aumentan la pobreza y reducen las libertades".
No obstante, insiste el periodista argentino, es posible un futuro mejor para América Latina, "siempre y cuando nuestros países se miren menos el ombligo y más a su alrededor". Matizando -o quizá completando- a Oppenheimer, uno añadiría que también deberían dejar de mirar exclusivamente en dirección a Miami en esos raros momentos en que dejan de contemplarse el ombligo.
Al autor de Cuentos chinos cabría reprocharle cariñosamente un exceso de economicismo. América Latina necesita atraer capitales para vigorizar el crecimiento, pero no sólo ello. China -la China sin democracia con la que parece que sueña Raúl Castro- no puede ser su modelo. También precisa acción política para reforzar las instituciones democráticas, combatir la corrupción, conseguir cohesión social, alcanzar la igualdad de los géneros y alzar una voz propia en el mundo a favor de la libertad y la paz. Una acción política que supere el patrioterismo decimonónico y rechace por igual los delirios ideológicos de los neoconservadores norteamericanos y de los caudillos izquierdistas locales.
Por volver al encuentro de Oppenheimer con la canciller chilena Alvear, América Latina necesita, en la mayoría de sus países y como región, una visión estratégica ambiciosa y factible.
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