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Reportaje:

Cada año, menos mozos

9.000 espectadores asisten al segundo día de encierros de las fiestas de Leganés

Luis Doncel

Como siempre, pero con menos gente. Durante el segundo día de encierros de Leganés, que se celebraron ayer, muchos participantes se quejaban de que cada año menos personas se deciden a correr el paseíllo de 599 metros que hay entre el punto de salida en la calle de Getafe y la plaza de toros La Cubierta. "Esto ya no es lo que era. Desde que se abrió la nueva plaza en 1997, el recorrido se ha hecho más corto y cada vez participan menos mozos", cuenta Santi, de 27 años, justo antes de echar a correr.

Minutos antes de las ocho de la mañana, centenares de leganenses rondan por las calles cercanas al encierro. Los bares de la zona están llenos de clientes que recargan fuerzas enchufándose un coñac, por si acaso necesitan una ración extra de energía. A las ocho en punto, el chupinazo. Un chico se santigua antes de arrancar. Estampida de los seis toros, que intentan arramplar con las decenas de jóvenes. Visto y no visto. En un minuto escaso, han pasado los animales dejando como única huella un fuerte olor que tarda unos segundos en desaparecer. Óscar está exultante. Jardinero de 21 años, ha venido de Fuenlabrada porque los encierros en Leganés son "muchísimo más guapos". "Los toros no me dan miedo. Justo cuando veo que me pisan el talón, doy un brinco y ya estoy fuera", confiesa. Tras los ocho heridos del miércoles, ayer no hubo ninguno por asta de toro. Los servicios médicos atendieron únicamente a un hombre de 23 años de Alcorcón que sufrió una luxación en el hombro al saltar a la talanquera y a otro de 66 años por una lipotimia.

"Pasad. ¡Pero mañana traed la entrada, eh!", grita el guardia de La Cubierta

Este año, como novedad, hay una segunda carrera. Seis novillos forman la próxima tanda. Tras ellos, nueve pastores arrean con palos a las reses para que no se distraigan por el camino. Ochenta y cuatro voluntarios se encargan de apartar a los borrachos, los que se tropiezan o los despistados que encuentran por el camino. A pesar de no haber dormido en toda la noche, Santi, de la peña Chachi, no parece cansado. ¿Qué tal ha ido la carrera? "Psss, no ha estado mal", responde nada más pasar los astados. Su compañero de peña, Manolo, cuenta que este año participan menos mozos porque la entrada a la plaza es gratuita. "Antes había muchos que corrían sólo para no pagar". Así ocurrió hace tres años, cuando 37 personas resultaron heridas por un tapón que se produjo a las puertas del coso. "Venga, pasad. ¡Pero mañana traed la entrada, eh!", grita el guardia de La Cubierta a los que han olvidado los billetes gratuitos que repartía el Ayuntamiento.

Según Ricardo Morante, presidente de la peña El Pepino, la caída en el número de mozos comenzó en 1996, con la aprobación del nuevo reglamento taurino. "Antes, se soltaban las reses y podían estar dos horas calle arriba y calle abajo", explica Morante.

Ya en la plaza, unos 9.000 espectadores aplauden al medio centenar de chicos -ninguna mujer- que se enfrenta a los tres toros. Veinte minutos cada uno, y luego el siguiente. Los jóvenes que saltan por encima del animal son los que se llevan las mayores ovaciones. A Pilar, de 69 años, le acompañan sus dos nietos, de cuatro años y seis meses. "Me da angustia y grito mucho cuando veo que se acercan a los chicos, pero no me lo pierdo nunca", dice. Una vez terminado el festejo, a las diez de la mañana, los aficionados pudieron elegir entre una sardinada o un desayuno popular que ofrecían distintas peñas.

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Sobre la firma

Luis Doncel
Es jefe de sección de Internacional. Antes fue jefe de sección de Economía y corresponsal en Berlín y Bruselas. Desde 2007 ha cubierto la crisis inmobiliaria y del euro, el rescate a España y los efectos en Alemania de la crisis migratoria de 2015, además de eventos internacionales como tres elecciones alemanas o reuniones del FMI y el BCE.

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