Vecinos en guerra por el aparcamiento
El cierre al tráfico de un tramo de dos calles provoca el enfrentamiento entre dos comunidades de propietarios de Moratalaz
En el aparentemente apacible barrio de Vinateros, del madrileño distrito de Moratalaz, hay dos comunidades de vecinos al borde del ataque de nervios. La razón, el cierre al tráfico de tres tramos de las calles de Luis de Hoyos Sainz y Pico de los Artilleros. Unos, los que han quedado fuera y no pueden aparcar sus coches en la parte vallada, a pesar de que su portal principal queda dentro de la zona restringida, claman que se ha expropiado una vía pública. Otros, los que viven en la urbanización Familia y Hogar, argumentan que ese tramo es de su propiedad. Ha habido noches en las que unos y otros han estado a punto de llegar a las manos.
El conflicto viene de largo. Hace casi 20 años que los residentes de las cerca de 200 viviendas que se declaran maltratados -los de la urbanización del Santo Ángel y los del bloque 18 de Luis de Hoyos Sainz- protestan por un muro de separación que querían levantar los que viven en los 800 pisos que forman Familia y Hogar. Lo llevaron a los juzgados y ahora están pendientes de la resolución del Tribunal Supremo. Mientras éste se pronuncia, los vecinos del 18 sortean un pequeño muro de 50 centímetros para entrar por la puerta principal de su casa. "Aquí hay muchos ancianos y se pueden tropezar fácilmente", comentan indignados.
Pero el punto álgido de la bronca llegó hace tres meses aproximadamente, con la instalación, con permiso del Ayuntamiento, de tres barreras, cámaras de vigilancia y un guardia instalado en una garita las 24 horas del día para controlar que no aparque nadie ajeno a la urbanización. Desde entonces, las dos comunidades están al borde de una guerra no declarada. Todavía.
Para justificar sus argumentos, las dos partes se agarran a certificados del Ayuntamiento. Los que cada noche tienen que buscar una plaza de aparcamiento sacan a relucir un documento municipal de 1990 en el que una jefa de sección interpretaba que "la calle de Luis de Hoyos Sainz es de uso y dominio público en su totalidad". Pero, según explican fuentes de la Junta de Moratalaz, Urbanismo dictaminó ese mismo año que la vía pertenecía a la colonia Familia y Hogar. Tras años de tensa calma, el Ayuntamiento concedió en noviembre del año pasado una licencia de obras para instalar las barreras y las cámaras. Según fuentes municipales, con esta licencia se limitaron a "modernizar la instalación de 1990". Lo cierto es que hasta que no se concedió esta "modernización", todos aparcaban con normalidad. "Aunque teníamos roces con los que creían que el suelo es suyo", cuenta un vecino del Santo Ángel. La funcionaria que autorizó las obras argumenta que el Plan General de Ordenación Urbana no califica como públicos los metros en litigio.
"Nosotros no tenemos conflicto con nadie". El vicepresidente de la colonia prefiere no hacer ningún comentario a este periódico -"en todo caso, hablaría con el juez"-, dando como única explicación que "los del Santo Ángel" también tienen sus aparcamientos privados. Los residentes de las casas enfrentadas son mucho más locuaces: "Esos hijos de Satanás se van acordar de mí. Yo padezco fibromialgia y el otro día, que venía con 14 bolsas de la compra, no me dejaron aparcar delante del portal. Tuve que cargarlas a mano a las cuatro de la tarde, con todo el sol en la cabeza". A Carmen, que vive en el 18, se le inflan las venas de la rabia al hablar de sus vecinos.
Echando un vistazo a las cerca de 400 plazas de aparcamiento de la discordia, se ve que no sólo los residentes de la urbanización estacionan ahí; los vehículos con la tarjeta de "Visita" también pueden hacerlo. Los vecinos críticos con la licencia de obras del Ayuntamiento resaltan que el cerramiento supone un pelotazo urbanístico que ronda los seis millones de euros. "Ahora pueden vender cada piso como si tuviera más de una plaza de aparcamiento", protestan.
En el Ayuntamiento aseguran que el litigio sobrepasa sus competencias y que los jueces son los únicos que pueden pronunciarse. "Es evidente que los vecinos no han sabido llegar a un acuerdo; y ahora hay un enconamiento tal, que nadie da su brazo a torcer", dicen en la Junta de Moratalaz.
La barrera impide el acceso de una ambulancia
"Aquí un día va a pasar algo gordo". Una residente del número 18 de Luis de Hoyos Sainz anuncia tormenta en el vecindario. Al lado, una pancarta medio arrancada reza: "No a la especulación. La calle es de todos". Mientras los habitantes de la urbanización Familia y Hogar van llegando en sus coches -con la consiguiente subida de la muralla para que pasen-, los vecinos del 18 se arremolinan frente a su casa para contar episodios del enfrentamiento.
Todos recuerdan el infarto que sufrió un hombre hace unos meses. Según su versión, cuando llegó la ambulancia, los guardias no tenían autorización para subir la muralla porque no iba a recoger a nadie de la urbanización. "Querían que el enfermo saliera por la otra puerta del edificio, que no tiene rampa. No hubo tortas, pero estuvimos a punto...", relata Juan Carlos.
Una decena de vecinos dan su opinión -"Somos tan tontos que nos vamos a aparcar a hacer puñetas por no tener polémica", "No tenemos derecho a dejar el coche delante de nuestra propia casa" ...- cuando llega una mujer que quiere contar lo que le pasó a sus hijas. A mediados de junio, se armó un escándalo cuando las dos chicas pretendieron entrar en la zona vallada aprovechando que otro coche acababa de pasar. Los guardias bajaron la barrera y el automóvil intruso se quedó atascado. Los vecinos describen un espectáculo en el que dos corrillos enfrentados se lanzaban insultos y reproches. "Vete a hacer la cena", recuerda la madre de las chicas que le gritaban. Al final, policías nacionales y municipales tuvieron que apaciguar los ánimos. "No nos hemos pegado porque nos contenemos, pero esto va a estallar", añade Isabel, otra vecina.
Isabel cuenta que hace unos meses, antes de que se instalara la valla, estacionaban con normalidad, aunque de vez en cuando algunos de sus coches amanecían con desperfectos o ruedas pinchadas. "Está claro quién lo hacía", insinúa. "Llevan 17 años diciendo que no podemos aparcar aquí". Estos vecinos reclaman que la calle de la discordia sea una vía pública para todos los ciudadanos.
Algunos de los perjudicados por el cerramiento aseguraban que la intención del Ayuntamiento de extender la zona de parquímetros hasta Moratalaz ha reavivado las prisas de los gerentes de la urbanización por reservarse un sitio. "Ahora pueden vender los pisos con plazas de garaje, con lo que se revalorizan muchísimo", añaden.
Dentro de la propia urbanización, las opiniones tampoco son unánimes. Fuentes del Ayuntamiento señalan que algunos vecinos presentaron un escrito en el mes de enero en el que mostraban su disconformidad con el cierre de la calle. Un mes más tarde, los mismos mandaron una carta en la que se retractaban. "Siempre hay algún envidioso que no tiene coche y que no quiere hacerse cargo de los costes de mantenimiento", señala el guardia desde su garita cuando se le pregunta por los distintos pareceres en Familia y Hogar.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.