Perro que muge contra perro que ladra
La campaña a favor del matrimonio gay se extiende y medirá sus fuerzas en varios referendos en EE UU
Su carita tristona, de grandes orejas, está impresa por todo el pueblo. En vallas publicitarias, en autobuses. El spaniel marrón y blanco asoma su hocico a través de anuncios de televisión y en un tráiler antes de una película en un cine. Norman es un cachorro como cualquier otro. Tiene cuatro patas, una cola, pelo y le pierde la leche. Sólo le distingue un rasgo del resto de los canes: Norman no ladra, muge. ¿Lo ven? Norman "nació diferente". Sherman es un basset hound. También cuatro patas, rabo, pelo, dos orejas y babea con la leche. "Es un perro. Y ladra. Y... ¿por qué ladra ?", pregunta otro anuncio. La respuesta parece sencilla: "Porque eso es lo que hacen los perros". Sherman "no nació diferente".
Es una pelea de perros. Y el hueso por el que luchan estos dos cachorros es la atención de la opinión pública sobre los gays y lesbianas. Durante todo el verano, las trufas de los dos cachorros se han colado en los hogares y las vidas de Colorado Spring (Colorado). "Muuu" frente a "Guau". Contando la historia de Norman -su lucha por cambiar, su deseo de ser aceptado, su confusión por ser como es-, la campaña a favor de los derechos de los homosexuales denominada Born Different (nacido diferente) fue creada para hacer reflexionar a la gente sobre lo que es ser gay. Norman y Sherman han salido a pasear junto a una de las guerras culturales que dividen a Estados Unidos.
La homosexualidad, en concreto los matrimonios gays, fue crucial en la campaña presidencial de 2004 y se adivina importante en las elecciones al Congreso del próximo mes de noviembre. En el Estado de Colorado, así como en Wisconsin, Dakota del Sur, Tennessee, Vermont y posiblemente en Arizona e Illinois, los votantes no sólo decidirán el próximo 7 de noviembre un nuevo Congreso, sino que tendrán que elegir en referéndum si las leyes de sus Estados deben ser cambiadas para garantizar o prohibir el matrimonio entre personas del mismo sexo.
En la actualidad, sólo en Massachusetts es legal el matrimonio gay. Su Tribunal Supremo decidió en 2003 que prohibir el matrimonio entre personas del mismo sexo violaba la igualdad de derechos protegida por la Constitución de ese Estado. En San Francisco (California), su alcalde concedió en 2004 miles de licencias de matrimonio a homosexuales. También en 2004, 13 Estados aprobaron iniciativas que prohibían el matrimonio homosexual o las uniones civiles. A principios de este mes, un juzgado de Washington capital dictaminó que la constitución no amparaba a los gays que deseasen casarse.
Pero es George W. Bush quien ha sufrido el revés más duro en su lucha contra estos matrimonios. El pasado mes de junio, el Senado le volvía la espalda al decir "no" a la enmienda constitucional promovida por él mismo que hubiera prohibido el matrimonio entre personas del mismo sexo. El cambio de la Constitución de EE UU (que no recoge la definición de matrimonio, al contrario que, por ejemplo, la española) necesitaba de dos tercios de la Cámara para salir adelante (60 votos de un total de 100 escaños). Recibió 48 a favor y 49 en contra. La última vez que se presentó una enmienda de este tipo, en 2004, los republicanos también perdieron la batalla.
Estudios recientes llevados a cabo por el Pew Forum encontraron que un 51% de los estadounidenses se oponen a las uniones civiles entre homosexuales, número que ha decrecido desde el 60% de 2004. Y son un 59% los norteamericanos que están en contra de los matrimonios gays. Con las estadísticas en la cabeza, los impulsores de la campaña borndifferent.org sólo tienen una idea en mente: concienciar a la gente de Colorado Springs de que "las personas no se hacen gay, nacen gay". Cuando salen a la calle a preguntar a la gente corriente si cree que se nace gay, contraatacan con una pregunta cuando el entrevistado les responde que "es una opción". "¿En qué momento eligió usted ser heterosexual?". Los consultados se quedan algo perplejos, la mayoría aceptan que es una buena pregunta, que quizá se nace y no se elige la opción sexual. Otros optan por no contestar. Otros están convencidos de que la homosexualidad es elegida por los que la practican y que si lo desearan de verdad serían "normales", serían "heterosexuales".
A Norman, su dueño lo rechaza, lo echa de la camada porque es un perro diferente, es un perro que muge. Norman se ve abandonado por todos, despreciado, y huye. Se pregunta por qué es diferente. "¡¿Por qué, oh, por qué?!", se lamenta el pobre spaniel. ¿Quizá porque nunca tuvo una figura paterna fuerte? ¿Porque no sabía llevar los pantalones vaqueros? "Lo único que sabemos seguro es que Norman no eligió ser de esa manera", afirman los responsables de la campaña. "La evidencia de la base biológica de la homosexualidad es muy, muy fuerte", asegura Elizabeth Cornwell, profesora de psicología e investigadora de la Universidad de Colorado.
Pero no todo el mundo está de acuerdo. Y ahí entra Sherman de la correa de la poderosa organización cristiana Focus On The Family (FOTF), con base en Colorado Springs -pueblo definido por la revista Harper?s como "el hogar de la mayor concentración de grupos cristianos fundamentalistas de la historia americana"-. Su campaña No-Moo-Lies (con un doble sentido en inglés, por un lado "basta de mentiras sobre los mugidos" y por otro un juego de palabras que significa sencillamente "no más mentiras") presenta a un perro que hace lo que deben hacer los perros: ladrar. "¿Por qué ladra?", se pregunta la voz de la campaña de FOTF. "Porque eso es lo que hacen los perros". "Si los perros nacieron para ladrar, ¿Por qué quieren convencernos de lo contrario?" "Como perro, haz lo que debes hacer", le recomiendan a Sherman: "Ladra".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.