"Guerra y paz', de León Tolstói, es la perfección"
Al pintor Eduardo Arroyo le seduce la novela del XIX y la sensibilidad italiana
Eduardo Arroyo (Madrid, 1937) no se muerde la lengua. Su pintura ha brillado durante casi medio siglo, pero siempre con una idea fija: la crítica política y social. Sus composiciones pop son obuses irreverentes. En los sesenta ridiculizó a Hitler, Mussolini y Franco en una serie de retratos impagables. El alemán y el italiano ya hacía tiempo que habían abandonado este mundo, pero el otro, aunque muy desmejorado, seguía bastante activo. Arroyo fue expulsado de España en 1973 y no pudo volver hasta la muerte del caudillo.
Si ahora tuviese que escapar, no ya de gerifaltes con pésimo sentido del humor, sino para pasar las vacaciones, tiene claro que no se marcharía a una isla desierta. "No me gustaría ir. Las islas me agobian aunque no estén desiertas. Me angustia el no poder fugarme por una carretera o tener que atravesar el mar".
Maestro ruso
Tolstói o Stendhal. Arroyo no lo tendría fácil para decidir su lectura ideal para el verano. "Dudaría hasta el último momento entre Tolstói y el Rojo y negro, de Stendhal, el gran escritor francés de todos los tiempos, aunque las clasificaciones son odiosas". Pero al final ganaría el ruso, con las mil y pico páginas de Guerra y paz. Confiesa que tiene una deuda de juventud con Tolstói. "La leí por primera vez a los 18 años, pero luego advertí que era una mala traducción. La he ido releyendo desde hace dos años y me gustaría tener tiempo para poder releerla de un tirón".
Mejor el ritmo lánguido del verano para adentrarse en el clásico. "Necesito cierta tranquilidad para poder devorarla y el mes de agosto es el más indicado, porque no voy a estar en el taller". ¿Por qué Guerra y paz es tan grande? "Es una novela redonda, extraordinaria. Un placer literario"
. Sostiene que tanto Tolstói como Stendhal "son literatura por excelencia. La perfección, cuando la escritura es el alma gemela del contenido".
Otra cala insoslayable en su lista de preferencias es Luchino Visconti. "He elegido Senso porque quiero verla desde hace tiempo y la he ido posponiendo, pero en realidad me llevaría cualquiera de las suyas". Ambientada en Venecia en 1866, durante los últimos días de la ocupación austriaca, Senso (1954) cuenta el idilio entre un joven oficial del ejército invasor y una condesa italiana, interpretada por la felina Alida Valli, recientemente fallecida. "Es una cinta magnífica, como Muerte en Venecia. Las películas que abordan diferentes temas y épocas me interesan mucho". Mencionar a Visconti le hace recordar los días que vivió en Roma y Milán con veintitantos años, durante los sesenta.
Vanguardista mefistofélico
Ahora Arroyo trabaja en algo menos delicado que reírse de un dictador, pero se aplica con el mismo empeño. Tras el parón vacacional, diseñará los decorados de Doktor Faust, de Ferruccio Busoni (1866-1924), que se estrena en septiembre en la Ópera de Zúrich. Doktor Faust fue la única obra a la que se dedicó Busoni desde 1916 hasta su muerte, aunque no consiguió acabarla.
El músico italiano eludió el Fausto de Goethe porque lo consideraba difícil de llevar a escena, y se basó en versiones anteriores del mito. El suyo fue un doctor sediento de sabiduría y libertad, más que codicioso de riqueza y placer. Arroyo se lo llevaría a la isla. "Busoni es un autor bastante desconocido y la Ópera de Zúrich lo ha desempolvado. Fue un vanguardista constante. Me va a ayudar para preparar los decorados".
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