Sensatez para México
Apenas unas horas después de que el Tribunal Electoral de México desestimara su demanda de un nuevo recuento de todos los votos de las pasadas elecciones presidenciales mexicanas, el derrotado candidato izquierdista, Andrés Manuel López Obrador, ha rechazado el fallo, conminando a los miembros del tribunal a que "rectifiquen" y proclamando la continuación de la llamada "campaña civil" por la que sus partidarios bloquean la Ciudad de México.
López Obrador parece empeñado en seguir la peligrosa senda del populismo, la desestabilización del país y la deslegitimación de las instituciones que él mismo aspira a gobernar. Con su insistencia en no acatar el resultado electoral y sus "recomendaciones" a los jueces, ha perdido otra oportunidad de demostrar la categoría exigible a un presidente de un país como México.
El Tribunal Electoral es una institución independiente y respetada. Sus miembros han examinado las denuncias de la coalición encabezada por López Obrador y no han hallado razones que avalen la denuncia de un presunto fraude. Por tanto, sólo volverán a ser escrutadas 11.839 mesas del total de
130.477, algo menos del 10%. Es una decisión acertada que debe ser respetada por todos. El hecho de que el recuento oficial de las elecciones del pasado 2 de julio diera al candidato conservador Felipe Calderón el triunfo por sólo el 0,58% de los votos (234.934 sufragios), da idea de la profunda división de la ciudadanía y de la necesidad de apoyos políticos para gobernar que necesitará el futuro presidente. Pero en ningún caso justifica la tensión a que se están viendo sometidas las instituciones. Con su decisión, el Tribunal Electoral ha demostrado que los organismos democráticos mexicanos funcionan, incluso en situaciones de máxima tensión política. Es algo de lo que todos, sobre todo los mexicanos, deben congratularse.
López Obrador debe rectificar y aceptar el resultado de las urnas. No tiene sentido mantener movilizados a sus seguidores en protestas y manifestaciones que conllevan un potencial peligro de enfrentamiento civil. La ocupación permanente de parte de la capital mexicana es una coacción a la ciudadanía y una pésima imagen para el resto del mundo.
Lo que México necesita es sentido común por parte de todos los actores políticos. Y, por supuesto, un líder fuerte y legitimado capaz de emprender las reformas políticas, económicas y sociales que el país necesita para salvar tantas desigualdades. Ése, y no otro, debería ser el objetivo de López Obrador, aunque el elegido para tal tarea no sea él.
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