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Reportaje:ESCAPADAS | Antoñana | Fin de semana

El refugio de la Montaña alavesa

Antoñana acaba de presentar su última aportación al transporte por las tierras de la Montaña alavesa, en una muestra más de su vocación caminera. Desde hace una semana se alquilan 50 bicicletas con las que recorrer el tramo de 20 kilómetros recuperado del ferrocarril vasconavarro. Aquel tal Antonius que decidió asentarse en tiempos de la Romanización en este lugar de la Montaña de Álava no podría imaginar que su pequeña hacienda que dio nombre a esta localidad se mantuviera 2.000 años después como un lugar de referencia en los enclaves del entorno.

La localidad, entre Maeztu y Campezo, mantiene el porte con el que obtuvo el título de villa en 1182 de manos de Sancho el Sabio. Rodeada de bosques, levantada a media ladera, su ubicación estratégica se aprecia aún hoy cuando se contempla desde la A-132. El perfil amurallado intimida a quien recorre la Montaña alavesa con intenciones indignas, pero invita al refugio a los que necesitan de un descanso. Por ejemplo, los cicloturistas que, tras el paseo por esa vía de tren recuperada, necesitan de un refrigerio.

La ermita de Nuestra Señora del Campo guarda una imagen de la Virgen del siglo XIII

Esta sensación de amparo que despierta Antoñana en el cicloturista al que le ha llegado la pájara no es un espejismo. Cruce de caminos natural entre, por una parte, la Llanada alavesa y Navarra, y por otra, La Rioja y Guipúzcoa hasta el mar, la villa contó desde su fundación con una población segura, privilegiada por un fuero y avituallada para cubrir las necesidades de quienes transitaran por ella, en unos momentos de apertura del comercio y de prioridad del poder real sobre el de los señores.

La seguridad que transmite se percibe nada más cruzar el río, que hace de foso para quien quiera acceder por su entrada meridional. Elevada sobre un otero que tiene en su lado occidental dicho foso natural que es el arroyo Sabando y al oriente el alto de Hornillos, la villa abre su principal acceso por la puerta sur, que es también la de la iglesia. Esta entrada se presenta además como el inicio de una muralla que recorre todo el perfil occidental y que es uno de los principales orgullos de este concejo perteneciente al Ayuntamiento de Campezo.

La muralla se conserva en perfecto estado gracias a que los vecinos de Antoñana sustituyeron su antigua función defensiva por la constructiva, ya que adosaron sus casas a ella. En estos momentos está restaurado el lienzo defensivo al completo, para disfrute del forastero que contempla el pueblo por primera vez.

Ya en la villa, superada esa cuesta que sube a la iglesia, el visitante se adentra por un pasadizo que une las calles Mayor y Sol de Arriba y que tiene en su interior la entrada a la antigua cárcel (en realidad, no tan antigua, ya que los vecinos aún recuerdan gentes presas en sus celdas y los grilletes colgando de sus paredes), hoy convertida en sala de exposiciones.

El paseo por sus apretadas calles ofrece sorpresas como los pasos porticados que comunican las casas, en las que a veces figuran las fechas de su construcción. En la calle Mayor se puede ver todavía un sillar con la inscripción de 1565.

Una vez que se llega al extremo septentrional del pueblo fortificado (Antoñana tiene su correspondiente arrabal que se prolonga hacia el norte), aparece la torre que defendía esa entrada. La construcción de esta pequeña fortaleza ha sufrido todas las modificaciones posibles, pero aún se pueden descubrir un par de arcos apuntados, alguna saetera, restos que son de un torreón que presumiblemente se edificó hacia el siglo XIII.

Regresando hacia el sur, el paseo no puede dejar de lado los soportales de su perfil oriental, pasadizos con techumbre adintelada que conservan el sabor medieval de refugio que tenía la villa. Es uno más de los componentes que llevaron a nombrarla monumento nacional de Euskadi.

Ya en las afueras, se encuentra la ermita de Nuestra Señora del Campo, que abre a su lado con un pequeño y coqueto cementerio. Este templo, cuya construcción se remonta al siglo XIII, acoge una imagen de la Virgen de la misma época, otra de las joyas de Antoñana.

Bicicletas para todas las edades

Cómo llegar: Antoñana, sita en la Montaña Alavesa, se encuentra a medio camino entre Vitoria y Estella, en lo que es la carretera provincial A-132, que une ambas localidades.

Comer: En Antoñana se puede acudir al centro social para tomar un refresco. Si se quiere comer, no queda más remedio que acercarse hasta Campezo, al Casino (945 405420) o al restaurante La Plaza (945 415092); o a Maeztu, donde abren sus puertas el Izki (945 410388) y Los Roturos (945 410250).

Alojamiento: En Campezo, el citado Casino ofrece habitaciones, pero la zona cuenta con una buena oferta de alojamientos rurales. Además de los dos citados en Maeztu, se puede acudir a Villa de Elezpara en Apellániz (945 410235) y a las casas Ioar (619 377 174) e Ibérnalo (945 415022).

Otras actividades: Las bicicletas son la gran novedad de este verano en Antoñana para recorrer la recién inaugurada senda verde que recorre el antiguo trazado del ferrocarril vasconavarro hasta Murieta. Para disfrutar de los 20 kilómetros del itinerario, el parque móvil de la localidad cuenta con 50 bicicletas de tres tamaños, junto a todo el equipamiento complementario: casco, inflador y sillitas ausxiliares. Hasta el 3 de septiembre, de 12.00 a 20.00. Precio: adultos, dos euros; niños, uno.

Por otra parte, no se puede marchar uno de Antoñana sin adquirir su sabrosa miel, con denominación de origen de la Montaña Alavesa, que se puede comprar en el mismo centro social del pueblo y que es motivo de una feria anual, por primavera.

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