Los límites de velocidad
Quizá desde la Dirección General de Tráfico debieran de ordenar una revisión en profundidad de las señales de límite de velocidad, sobre todo en las carreteras de la red secundaria, y sería bueno aprovechar la ocasión para revisar el resto de la señalización. Como todos sabemos, antes se ponían límites a 60 kilómetros por hora para que realmente los coches circularan a 80, que es donde se quería llegar. Las nuevas circunstancias que provoca la aplicación del carné por puntos hacen que todos seamos más rigurosos en el respeto a los límites de velocidad, con lo que se producen más problemas que ventajas en la circulación por las carreteras.
Hay, por ejemplo, curvas con límites a 60 que un turismo puede holgadamente tomar a 80. Hay tramos rectos sembrados de límites de 80 y 60 entre poblaciones que si se respetan por los conductores, otros cuando adelantan pitan llamando de todo a quien las respeta. Quizá una señal de velocidad recomendada bastaría en muchos de esos casos. En otras ocasiones lo que sucede es que no existe la señal en el lado izquierdo, o está oculta tras unos arbustos.
Sabemos que la misión de los agentes no es poner multas, ni que tengan objetivos mensuales en ese sentido, porque eso sería confundir una consecuencia de su misión con la misión misma, aunque en ocasiones se sitúen justo en donde están esos límites extremos.
Si como consecuencia de esa revisión se llegase a la conclusión de que deben permanecer esos límites a 60 en determinados tramos rectos, a lo mejor lo que habría que plantearse es una inversión en infraestructuras en esos puntos. Claro que la DGT no tiene competencias para efectuar esas inversiones, ya que eso pertenece al Ministerio de Fomento.
A lo mejor lo que habría que plantearse es la creación de un Ministerio de Tráfico, si lo que se quiere es dar la mejor solución a la problemática del tráfico. Sea como fuere, hay que darle una respuesta urgente a la señalización, que es infinitamente más barato que las infraestructuras; tan sólo requiere voluntad de ejecución, porque la necesidad es patente.
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