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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Efectos económicos de la tregua

Tal vez sea prematuro atribuir al alto el fuego de ETA el fuerte crecimiento del sector turístico en el País Vasco en los últimos tres meses. Sin embargo, ese efecto ya pudo verificarse durante la anterior tregua, en 1998-99, y también en Irlanda tras el cese del terrorismo.

En el trimestre transcurrido desde el anuncio de ETA el turismo ha crecido en Euskadi un 13% respecto al mismo periodo del año anterior, que ya fue un curso con fuerte aumento. En realidad, hay una recuperación continuada desde hace cuatro años. La prudencia con que los responsables del Gobierno vasco interpretan los datos no impide resaltar que esa recuperación es paralela al declive de la actividad terrorista, incluyendo la llamada violencia callejera. La ausencia de atentados estimula la afluencia de turistas, y esa tendencia se refuerza a partir del alto el fuego de marzo. El efecto se produce especialmente en el turismo interior, el procedente del resto de España.

Ya con motivo de la tregua de 1998-99, el despegue del sector fue espectacular, con un crecimiento del 36%, aunque favorecido por el llamado efecto Guggenheim, el museo inaugurado en 1997. En todo caso, la ruptura de la tregua a partir de enero de 2000 provocó una brusca interrupción de ese efecto. Algo parecido ocurrió en Irlanda del Norte con ocasión del primer alto el fuego del IRA, en 1994, roto dos años después y oficializado definitivamente en los acuerdos de la Semana Santa de 1998. También allí el turismo fue el sector que más rápidamente registró la nueva situación. Los otros factores de crecimiento económico -inversiones, sobre todo- llegaron más tarde: tras comprobarse que la situación se estabilizaba. El resultado ha sido que la economía de Irlanda, norte y sur, ha crecido en los últimos años a tasas en el entorno del 5%: la más dinámica de la UE.

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Los efectos de la paz (o de su expectativa) se comprueban también desde la perspectiva inversa: las consecuencias negativas del terrorismo. Un estudio realizado hace cinco años por profesores de las universidades de Harvard y Bilbao concluía que ETA había provocado una pérdida de 10 puntos porcentuales del PIB per cápita del País Vasco. No sólo por los daños directos provocados, sino por efectos como la huida de empresarios y deslocalización de empresas, descenso de las inversiones exteriores y pérdida de oportunidades de renovación tecnológica. El trabajo mostraba la relación entre recrudecimiento de la acción terrorista y aumento del desfase entre crecimiento potencial y crecimiento económico real.

Todavía no se sabe si la decisión de ETA es definitiva e irreversible, pero es seguro que cada día que pasa sin atentados refuerza las posibilidades de crecimiento de la economía vasca; y que la comprobación de ese efecto por los ciudadanos de Euskadi es un potente factor disuasorio de la posibilidad de vuelta a los atentados.

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