Un milagro en África
Los primeros comicios presidenciales de la República Democrática de Congo se celebran sin apenas violencia ni fraude
Noticia bomba: la República Popular de Congo celebró ayer sus primeras elecciones desde que consiguiera la independencia en 1960 y... no pasó casi nada, salvo algunos incidentes. Se abrieron las urnas a las seis de la mañana y se cerraron a las cinco de la tarde, las seis en la España peninsular. Ni muertos ni denuncias masivas de fraude. Gran noticia en uno de los países más corruptos del mundo, un país que arrastra las secuelas de una guerra civil (1998-2003) a la que la entonces secretaria de Estado estadounidense, Madeleine Albright, calificó de "primera guerra mundial africana".
Es verdad que en 1958 se celebraron unas elecciones parecidas a ésta donde resultó elegido primer ministro Patrice Lumumba. Pero hay una sutil diferencia entre ambos comicios: el entonces Estado Independiente de Congo era sólo una colonia de Bélgica. Ayer, millones de personas en un país donde la esperanza de vida es de 43 años pudieron asomarse por primera vez a una urna. Que no se produjeran masacres y que no se viese a los soldados del país patrullando las calles de Kinshasa, la capital, era como para frotarse los ojos. Seis diputados españoles, de todos los grupos parlamentarios excepto de Coalición Canaria y el PP, se encontraban ayer entre los 300 observadores internacionales de estas elecciones y no dejaban de frotarse los ojos.
De los 33 candidatos, sólo el presidente Kabila y el vicepresidente Bemba tienen posibilidades
Parlamentarios de los grupos españoles, salvo de Coalición Canaria y el PP, vigilaron los comicios
A las seis en punto, cuando llegaron al colegio electoral del barrio de Bandal, uno de los lugares con mejor ambiente musical de África, pudieron asistir al espectáculo del nacimiento de una democracia. "Es impresionante la dignidad y el respeto con el que se está comportando todo el mundo", decía Pedro Azpiazu, del PNV. "Ojalá se comporten los diputados que salgan elegidos con la misma seriedad con la que trabaja la gente que está en las mesas electorales", señalaba Fátima Aburto, del grupo socialista.
En ese colegio la organización había tenido el detalle de colocar, antes de colgar en una pared una muestra de las papeletas electorales, por llamarlas de alguna manera. La papeleta con los nombres y una pequeña foto de los 33 candidatos a presidente tenía el tamaño de una maleta pequeña. Y las seis papeletas con los nombres y fotos de los cientos de candidatos a diputados medían el doble. Pero con toda naturalidad, las doblaban en cuatro partes y las apretujaban en las urnas. "Mucha gente llegaba sabiendo de sobra a quién iban a votar", comentaba Begoña Lasagabaster de Eusko Alkartasuna (Grupo Mixto). "Tardaban mucho tiempo en localizar a sus candidatos porque había poca iluminación en las salas, y hay gente que está claro que tiene problemas de vista pero no usa gafas". Las urnas medían más de un metro de alto y eran de cartón duro con plástico transparente.
Un votante señaló a la socialista Fátima Aburto y le dijo en francés: "Sed neutrales". Otra mujer advirtió al grupo de españoles: "No hagan trampas, que sabemos quién va a salir". La sensación que tienen muchos congoleños es que Occidente ya ha elegido su candidato: el actual presidente del Gobierno de la transición, Joseph Kabila, de 35 años, hijo del dictador Laurent Kabila.
A Kabila no parecen quererle mucho en Kinshasa. "Es un ignorante y ha firmado contratos con multinacionales extranjeras que están saqueando nuestro país", comenta Jean-Noek Keteya-Lunza, de 38 años y licenciado en Ciencias Políticas. Tanto él como su colega Ildephonse Bitingacha opinan, al igual que millones de congoleños, que Kabila no es congoleño. "Mi abuelo conoce a los Kabila y sabe que Kabila fue adoptado. Y se ha criado en Tanzania. Habla el suajili de Tanzania. Nosotros somos francófonos y Kabila habla muy mal el francés. Yo terminé hace cuatro años mi carrera y no encuentro trabajo. ¿Sabe por qué? Porque no hablo suajili".
De entre los 33 candidatos que concurren a las presidenciales, sólo dos parecen contar: el presidente Joseph Kabila y el vicepresidente Jean-Pierre Bemba, los dos que han dispuesto de más recursos económicos para sufragarse la campaña. La mayoría de los observadores occidentales consultados no ve con buenos ojos a Bemba. Opinan que es un señor de la guerra con las manos manchadas de sangre, un dilapidador de la fortuna de su padre y un vividor sin apenas formación. Pero la gente de Kinshasa no parece verlo así. "Todo el que está en el poder en la República Popular de Congo", opina el politólogo Jean-Noek Keteya-Lunza, "tiene las manos manchadas de sangre. Si alguien te apunta, tú has de defenderte. Bemba no es un asesino. Y Kabila ha cometido en este país verdaderas masacres cuando luchaba al lado de su padre".
¿Pero no es verdad que el propio Kabila, quien llegó al poder tras la muerte de su padre, en 2001, inició este proceso de paz llamando a Bemba y a otros enemigos suyos para que depusieran las armas y formaran parte de su Gobierno? ¿No ha sido Kabila el artífice de la paz relativa que vive el país? "Dos no se sientan si uno no quiere", arguye Keteya-Lunza. "Gran parte de esa paz se la debemos a Bemba".
En los tres colegios que visitaron los observadores españoles la normalidad era la noticia. "Pero la hora de la verdad vendrá con el recuento", indicaba el embajador español en Kinshasa, José Pascual. "A partir de las cinco, cuando se cierren las urnas, es cuando vamos a saber si todo funciona como tiene que funcionar. Ahí sí que nuestra presencia será muy útil".
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