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Reportaje:

Piscinas con aguas revueltas

La agresión sufrida por un homosexual en La Elipa revela la inseguridad que sufren varias instalaciones municipales

Juan, homosexual, se acercó el pasado jueves por primera vez a la piscina municipal de La Elipa (Moratalaz). Mochila veraniega en mano, chanclas y toalla. La mirada alta, reivindicativa. "Si nosotros dejamos de venir, ganan los otros. No podemos retroceder", explica.

Juan y otros homosexuales han querido reaccionar así ante las aguas revueltas que se viven en las piscinas municipales tras la agresión sufrida en La Elipa por Luis, otro gay de 30 años, que el pasado día 22 fue pateado en la cara tras besarse con otro hombre. Los agresores fueron menores de etnia gitana azuzados por sus mayores.

Hasta entonces, los homosexuales que van al solárium nudista de La Elipa -uno de los dos públicos de Madrid, junto al del barrio del Pilar- habían convivido pacíficamente con la gente del barrio. Muchos usuarios proceden del edificio conocido como el ruedo de Moratalaz, un bloque de viviendas sociales pegado a la M-30.

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Otros son de otras zonas del barrio, como Pilar Ventura, de 42 años y que aprendió a nadar en el recinto "con sólo cuatro años". "En esta piscina, de siempre, ha habido mucho macarreo. Pero me da mucha pena lo que ha pasado porque esta piscina fue pionera con la zona nudista", cuenta. Se quita unos segundos la parte de arriba del biquini, pero pronto desiste ante las miradas reprobatorias.

Los problemas en las piscinas peligrosas son comunes, según CC OO, UGT, usuarios y trabajadores. "Los menores se cuelan, hay robos, insultos, escupitajos, gente que lleva alcohol...", enumera un empleado de Plata y Castañar (Villaverde). En este y otros recintos los bancos están atados con candados y hay rejas en el vestuario.

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La piscina de La Elipa es una de las más usadas. Un sábado pueden acudir más de 1.100 personas y ha habido picos de hasta 2.800 usuarios. La agresión sufrida por Luis fue presenciada por decenas de personas. También por tres guardias de seguridad, que no intervinieron. Dicen que no dan abasto y se justifican: "No somos policías, ¿cómo nos vamos a enfrentar a un grupo violento?".

Fátima Núñez, concejal del distrito (PP), califica la agresión como "hecho puntual" e informa de que ha sido abierta una investigación. No hay detenidos por ahora. "Pasé mucho miedo. Me fui a casa avergonzado", dice Paco, un testigo.

Los días posteriores a la agresión hay una calma tensa en la piscina. La Policía Municipal ha reforzado la vigilancia del entorno. Los agresores, conocidos por los empleados y los usuarios, no han vuelto a aparecer por el recinto.

En la piscina del barrio del Pilar (Fuencarral-El Pardo) está el otro solárium nudista municipal de la ciudad. El ambiente un jueves por la mañana es tranquilo. "Esto es un paraíso comparado con otras piscinas", admite el socorrista, que sabe de sobra la lista de las top con más problemas. "Los socorristas sabemos dónde no queremos que nos manden", afirma.

En el sur, en la piscina municipal de San Fermín (Usera), un trabajador resume con un "esto es el Bronx" la situación que provocan "los gamberros del barrio". En esta piscina, como en la de Plata y Castañar (Villaverde), el vigilante jurado es gitano. Con eso las empresas de vigilancia creen que tienen ganado a parte del personal.

En algunos casos funciona, en otros no. "Las mujeres gitanas se meten vestidas en la piscina, porque sus maridos no las dejan en biquini. Es una lucha constante porque está prohibido", coinciden los socorristas de San Fermín y de La Elipa. "¡Nosotros somos así! Son costumbres, la mujer de uno no puede exhibirse ante los demás", se defiende José, un gitano que descansa con parte de su clan en el césped de la piscina de San Fermín. Se han llevado la comida: barras de pan y una nevera. Las mujeres se ríen al oír el comentario del marido. "A mí ya me han dicho varias veces que me salga del agua, porque me meto en pantalones", reconoce una.

Al caer la tarde el ambiente se tensa con la llegada de los gamberros, grupos de chavales que empiezan a incordiar al resto. Hay insultos: "¡gorda!", "¡feo!". "Estos campan a sus anchas. Todos los días. Lo de la agresión de La Elipa ha sido la punta del iceberg", concluye un empleado de San Fermín.

Política de sombrilla

Los incidentes en las piscinas municipales han convertido este verano los baños y las sombrillas en asunto de política local.

Pedro Zerolo, concejal socialista, fue el primero en denunciar los problemas de seguridad en el polideportivo de La Elipa, en cuya piscina un homosexual fue agredido por besar a un amigo.

Zerolo critica que la seguridad en estos recintos corra a cargo de vigilantes de empresas de seguridad privadas: "Deben tener seguridad pública, es decir, de la Policía Municipal".

El concejal de Coordinación Territorial, José Manuel Berzal, admite problemas en piscinas de tres distritos: Moratalaz (La Elipa), Usera (Orcasitas, San Fermín y Moscardó) y Villaverde (Plata y Castañar y Raúl González). Los sindicatos suman las de Cerro de Almodóvar, Entrevías y Palomeras.

Berzal afirma que sólo le constan cuatro quejas por escrito este verano en La Elipa. De Usera y Villaverde no da datos. Los empleados, en cambio, dicen que las quejas verbales de los usuarios son "constantes".

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