El uso doméstico de la guerra del Líbano
Durante la guerra de Irak una alta autoridad europea le dio un consejo a Zapatero: "En política internacional, España tiene que hacer siempre lo mismo que Francia pero un poco menos". Desde la Presidencia del Gobierno, Zapatero le hizo caso relativo: se acercó a Francia pero cuando lo ha creído conveniente no ha tenido problema en hacer un poco más que los franceses. José María Aznar dejó claramente definida la política exterior del PP: hacer exactamente lo que diga Estados Unidos sin moverse un milímetro. La interpretación de esta consigna por parte de Rajoy la ha convertido en la estrategia del perezoso. Rajoy ni siquiera explica su posición ante los conflictos internacionales, se limita a replicar a todo aquel que se separa de la posición americana. Y así el principal reproche que Rajoy ha hecho a Zapatero es que el presidente se sitúa "al margen de la comunidad internacional". La comunidad internacional para Rajoy son los Estados Unidos y los que les obedecen, todo lo demás son márgenes. No es extraño, entonces, que sus cuentas no le salgan en un conflicto con tantos actores en los márgenes como el de Oriente Próximo. Y que el PP vuelva a aparecer como el partido de la guerra, a pesar de los altísimos costes que le ocasionó su posición en la guerra de Irak.
La situación del Líbano parece haber empezado a despertar el interés de Zapatero por la política internacional, este vicio -sano vicio- que acostumbra a atacar a los presidentes del Gobierno en el segundo mandato. A pesar de que a este Gobierno le falta todavía dominar los registros de la finura en las relaciones internacionales, Zapatero ha visto una doble oportunidad. De cara al exterior, adquirir un cierto protagonismo dando voz a la maltratada población civil libanesa y palestina para tratar de contrarrestar la asimetría que practica "la comunidad internacional" siempre deferente con Israel. De cara al interior, renovar el pacto con la conciencia pacifista de un amplio sector de la sociedad española que le llevó a la victoria, después de que el PP se embrollara en la guerra de Irak contra la opinión de una inmensa mayoría de españoles.
Ante esta doble iniciativa del presidente, el PP ha vuelto a actuar a la defensiva, acusándole de antisemitismo. Zapatero no ha dicho nada que no se haya escrito incluso en Israel. El profesor Zeev Maoz, de la Universidad de Tel Aviv, decía en el diario Haaretz: "Hay ahora (en Israel) prácticamente un consenso total en que la guerra del Norte es una guerra justa y que la moralidad está de nuestro lado. La amarga verdad debe ser dicha: este amplio consenso está basado en una memoria selectiva de mirada corta, una cosmovisión introvertida y la aplicación de dos raseros de medida. Esta guerra no es una guerra justa. Israel está utilizando una fuerza excesiva sin distinguir entre la población civil y el enemigo", y, añadía: "Esto no quiere decir que la moralidad y la justicia estén del lado de Hezbolá". ¿Es este profesor judío un antisemita? Zapatero no ha dicho nada muy distinto.
El simplismo, el juego de buenos y malos que olvida deliberadamente la historia, los matices y los problemas crónicos y oculta los intereses en presencia, condiciona y deforma todo el debate sobre este conflicto. Desde la doctrina de la guerra contra el terrorismo, que es la que adopta el PP, estamos en un episodio de la lucha contra el Mal. El Mal es Hezbolá, por tanto hay que dejar que Israel siga machacando el Líbano unas semanas más. Todo el mundo sabe que el desarme de Hezbolá -condición para la paz de la señora Rice- es impensable a corto plazo. Con lo cual está claro que Estados Unidos no tiene prisa en parar la guerra. Al otro lado, se corre el riesgo opuesto: convertir a Hamás y Hezbolá en héroes resistentes contra el Mal, en este caso Israel. Y, a veces, la tentación populista de gratificar los oídos de la mayoría de la población española puede conducir a excesos verbales innecesarios, en boca de quien tiene responsabilidades políticas, como el secretario general del PSOE. Pero estos son los riesgos que se corren cuando los conflictos internacionales se usan para regar el jardín interior.
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